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lunes, 6 de mayo de 2019

Consideraciones sobre viejos mitos y consumos asimilados. ( Parte I ).

Artículo del Lic. Alberto Calabrese Sociólogo. Asesor Institucional del Fondo de Ayuda Toxicológica. Director de las Carreras de Postgrado de la UBA y de la U. N. de Tucumán. . Resulta extremadamente difícil de comprender, que a pesar de las evidencias que muestra el paso del tiempo, algunos discursos se repiten una y otra vez, lo que le da nuevos brillos aunque su base esté desgastada. La oxigenación del tema sobre las sustancias psicoactivas prohibidas, evidentemente se va a dar y se está realizando ese proceso, pero sin el concurso activo de una buena parte de quienes se dedican a trabajar de una u otra forma sobre este tema. Existen dos cuestiones sobre las cuales deberíamos detenernos, en función de la observación acerca de la razonabilidad de la vigencia de ciertas prohibiciones y su impacto o aceptación para lo que resulta más complejo de asumir, y esto es que la sociedad de por sí , y aún sin que nos lo propongamos, cambia. Los fenómenos que podemos ignorar, varían en función de percepciones que tienen que ver con los discursos aceptados y ampliados sin cuestionamiento. Esto es: la garantía de continuidad de una forma de ver el mundo, está montada sobre el hecho de la ignorancia del movimiento que se produce ante nuestros ojos. En un reconocido show inglés un cantante de edad mediana, famoso él y su conjunto, refería para solaz de su interlocutor y el público asistente, que su hijo adolescente le preguntada entre intrigado y fastidiado, si iba a cantar esas canciones viejas (las suyas) que ya le había escuchado cuando era chico. Esto es la mirada del jovencito con apenas una referencia de sólo diez años atrás, le parecían antiguas esas canciones que- entre otras cosas -habían hecho famoso a su padre y el conjunto que integraba. Bueno fuera, que el cantante en cuestión a su vez, no pudiera darse cuenta lo que implicaba el comentario de su hijo; el cambio se evidenciaba con el transcurso de una década, él lo pudo referir, pero ¿qué hacemos cuando un discurso se instala y congela ante la mirada obediente de sus seguidores? ¿Por qué, y ahí hay que bucear en otras aguas, quiere decir qué sólo se ve el cambio, si realmente me puede favorecer o canalizar alguna de las otras cuestiones que me afectan o creo que me pueden afectar? Por lo general y contraponiéndose a esto que acabamos de mostrar, la mayoría de la gente sigue los dictados de la moda. Se podría decir referido a la misma, que esta representa algo superficial o sencillamente o una cuestión imprescindible en la vida de las personas. Sin embargo, millones de seres humanos siguen estos mandatos que regulan largo de pelo o de pollera; el talle de sacos; barbas o rapados; colores o gris y negro y muchas más cuestiones imposibles de detallar. Esto es, un fenómeno que es pauta y muestra de una cultura. Muchas de estas mismas personas en otras cuestiones, que van a variar por grupos o sujetos, cambiarán o mantendrán sus criterios de representación y asimilación tal como les fueron dados. A otros les da referencia un grupo mayor que los contiene. Esto puede ser desde cuestiones religiosas; como maneras de interpretar el mundo; sentirse incorporado por cuestiones ideológicas o de identificación en función de parámetros de toda naturaleza. Resulta particularmente interesante analizar entonces, qué sostiene una identificación o cercanía para algunas cuestiones que determinadas personas las mantiene cual si fueran artículos de fe. En esta última, se integra la forma de categorización en inmovilismo y con bastante éxito. El discurso acerca de lo que monolíticamente se conoce como el “riesgo o peligro de las drogas”, y que pomposamente las Naciones Unidas lo denomina “el problema mundial de las drogas”. Tal vez este discurso, basado en el “problema “o los riesgos también, de no haberse instalado, no habría derivado en la mayor lesividad que tiene actualmente. Por ejemplo, cuando se compara el total de muertos y desaparecidos en diez años en México (250.000 aproximadamente), donde tal vez más se lo ha legitimado, en el mismo lapso de tiempo hubo apenas, según los datos del Ministerio de Salud de ese país, unos 735 muertos por sobredosis. La pregunta subsecuente sería, ¿valió la pena todo esto? Por tanto, el mismo logra tener cierta presencia gracias a que se mantiene como hegemónico y brinda pretextos de intervención, especialmente para aquellos países (tal vez uno solo) que lo usan como una de sus maneras de controlar al mundo. Es en efecto éste, un ejercicio de inclusión y exclusión y secuencialmente de persecución y castigo. Esto origina un accionar legitimado para que determinados poderes, particularmente los estatales, tengan justificación para obrar en un sentido autoritario y represivo. En otros y no los mayoritarios, reviste varias formas de inclusión, aunque obviamente para poder operar en ese sentido en forma casi automática crean las categorías de falta de pertenencia. Ésta, la inclusión , se puede dar en niveles bajos, por el simple y mínimo tráfico de sustancias; en otros por participar de un nivel de distribución más alto, subiendo mucho la escala incluso como para poder llegar a integrar formas complejas de la actuación dentro del crimen organizado. En sentido opuesto, la forma de estar integrado o aceptado lo hace poco posible o incluso ajeno en otro. Debemos recordar que, esto se hace mucho más usual e incorporado cuando el propio sistema, que dice repeler a ese negocio ilícito, termina asociado en grandes operaciones bancarias para dar cauce al enorme negocio que representa la circulación de bienes prohibidos, que solamente por esa circunstancia pasan a ser un comercio de un volumen tal, que solamente es superado por la venta de armas o la de medicamentos. Dicho brevemente y por que esto en definitiva no es el sujeto de éste artículo. Esto vale para todo el sistema en cuanto a discurso oficial; de significar a la inclusión como manera de aceptar lo que una sociedad dice que está bien o está mal, hasta que por el simple juego del devenir de los nuevos usos y costumbres, los convierte en cotidianos y aceptados. Cabe decir que, la tensión entre una y otra forma de enfocar el problema, o sea el abstencionismo o un supuesto “permisivismo”, arrojan resultados similares a bandos contrapuestos en una guerra no declarada, donde en muchos casos excluyendo razonamiento alguno (fundamentalmente entre aquellos que sostienen un paradigma prohibicionista y represivo), se sostienen cuestiones que están ligadas más al prejuicio y su forma poco probable de certificarse racionalmente, que a una cuestión donde no se juegan pasiones y por tanto las líneas de razonamiento resultan más fiables. Lo que sucede también, es que según la línea que se adopte en cuanto a otros muchos temas aunque particularmente en lo que hace a las políticas públicas sobre sustancias psicoactivas prohibidas, nos encontramos con un desconcepto dominante que escinde las posibilidades de razonamiento sobre estas circunstancias, cual es el de la peligrosidad. Los criterios para definir a la misma, se ajustan a hechos constatables pero en la más de las veces a expansiones del fenómeno según la percepción subjetiva de quien expone acerca del mismo; números inexistentes; el clásico uno, dos, muchos (extensión no probada); el llevar el fenómeno a los límites de lo no constatable. Por caso, si se está hablando de un hecho al que se le atribuyen los criterios de daño absoluto, como ser “el paco”, quien le advierta sobre este daño generalizado, en caso de que encuentre un interlocutor que dude de esas generalizaciones y de algún tipo de datos de su expansión, el informante le dirá que en tal sector no es comprobable, pero seguramente ( y ahí se ponen ejemplos personificados pero nunca personales) observaremos que, cuanto más pretendemos acercarnos al mismo, mayores son las dificultades de objetivarlo: “están en los barrios más sumergidos” ; “ no es aquí es más allá”; “en el grupo tal o cual según me contó X pasa una determinada situación”, etc. También suele legitimarse asegurando “se lo dijo alguien bien relacionado” o “trabaja con tal o cual o es pariente de un pariente”; la distancia se convierte en un punto en el horizonte casi de espejismo donde la posibilidad del encuentro real termina siendo una fantasía o una realidad mucho más acotada que como se la describió originalmente, pero por sobre todo de mucho menor magnitud. En ese sentido, el criterio de realidad no interesa, más que nada se trata de una suerte de espejismo inducido, que asegura el relativismo de la pertenencia. De no existir determinados riesgos magnificados o personas y/o grupos con rasgos de peligrosidad, habría que construirlos. Alivian una pertenencia que no tiene un sustento consolidado más que por la negativa : soy de tal y cual forma y por tanto no de tal otra, nosotros somos trabajadores y ellos son vagos y se aprovechan de nosotros, es sabido de sus intenciones , que no son buenas que buscan satisfacer tal o cual bien espurio , usan las drogas para….. Ahí habría que llenar este espacio, que el creído afectado ubica en ese otro constelado de daños y posibilidades de infligirlo de todas las especies. Como contraparte y para terminar con ese daño, se estipula la casi obligación de imponer separaciones drásticas, impedir que el mal se difunda, que no exista posibilidad de contagio, que se demuestre al público la necesidad de castigo, que no exista ningún tipo de concesión, que se baje la edad de imputabilidad (donde quedaría también comprendido éste delito), y mostrar en donde se pueda, particularmente en los grandes medios de comunicación, que el “ combate” frente al flagelo es la única solución posible y además que tantos los operadores mínimos, como el gran narcotráfico, quedarán reducidos en tamaños de organización y volumen de negocios, de actuar con severidad , mano dura y castigos inexcusables. Resta advertir, aunque la gente crea otra cosa, que el “Chapo Guzmán”, no integra un pelotón demasiado nutrido de los castigados por los delitos derivados del tráfico ilícito, sino más bien lo contrario, recordemos, una vez más, que el decomiso, o sea la posibilidad de restringir o quitar al narcotráfico y sus agentes del comercio de sustancias psicoactivas algo importante, en los hechos esto no significa más que un 10% de capturas legales y esto a nivel mundial. No se trata de la eficacia de tal o cual sistema de control, sino de la ineficacia del conjunto, especialmente porque el sistema que establece conductas a cumplir por determinadas personas (que ya tienen sobre sí la carga de haber estado en el sitio social por el cual se los debe controlar), por otra parte corroe la posibilidad de castigo, dado que está permeado con crecientes índices de soborno y negocios ilícitos.

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