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martes, 28 de mayo de 2019

“Las neurociencias van en contra del pensamiento crítico”.

Artículo, entrevista de Marcela Isaías a la psicoanalista y profesora de la UBA Nora Merlin, advierte sobre esta moda que invade a las escuelas. “Las neurociencias van en contra del pensamiento crítico”, se planta la psicoanalista y profesora de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Nora Merlin, sobre esta moda que invade las aulas argentinas. Asegura que la intención que persiguen es borrar las singularidades humanas, uniformar y disciplinar conductas. Y que detrás de todo está el mercado de los medicamentos. Desde hace buen rato las neurociencias vienen pujando por un lugar en las escuelas. La intención se oficializó el año pasado cuando el Ministerio de Educación y Deportes de la Nación firmó un convenio con la Fundación del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco, que preside el neurólogo Facundo Manes) para crear el Laboratorio de Neurociencias y Educación, que —según sus impulsores— promueve la articulación entre unas y otra “con el fin de potenciar los procesos de enseñanza y aprendizaje a partir del conocimiento acerca de cómo funciona el cerebro”. Merlin invita a desandar en forma didáctica aquella afirmación que hoy circula como verdad y panacea a distintos males. “Las neurociencias son disciplinas que estudian el sistema nervioso y pretenden explicar la conducta y el padecimiento mental según bases biológicas. Los psicoanalistas pensamos que son un anacronismo, porque el aprendizaje, la afectividad pasan por otro carril, no responden a la lógica de la neurona”, sostiene quien también trabajó con Ernesto Laclau, es profesora de psicoanálisis en la UBA y magíster en ciencia política. Su trabajo de investigación lo desarrolla alrededor de la articulación de política y psicoanálisis, de los temas de cultura y medios. También es autora de Populismo y Psicoanálisis (Letra Viva). Insiste que lo que hoy se presenta como una innovación en ciencia es en realidad un anacronismo. En 1895 Sigmund Freud, siendo neurólogo, considera que esa disciplina no le servía para explicar lo psíquico: “Lo que hoy venden como la novedad quedó desterrado en 1895. Es como dice la canción de Silvio Rodríguez «Un servidor de pasado en copa nueva»”. Freud enseña que el cuerpo psicológico no coincide con el orgánico, y que la palabra importa cuando se habla de salud y enfermedad. La autora llama la atención sobre el momento político, económico, de época en que las neurociencias irrumpen la cultura y la educación, la vida cotidiana de las personas: “El neoliberalismo avanza tomando toda la cultura, estableciendo un criterio sobre qué es normal y qué es patológico. Esos criterios de normalidad, salud y enfermedad están determinados por los departamentos de marketing de los laboratorios (farmacéuticos), una de las industrias que mueven el mundo. Criterios que se difunden luego por los medios de comunicación y por todos los aparatos de imposición simbólica. Se crean necesidades, se instalan determinadas patologías y definen los síntomas que incluyen”. Estas imposiciones del mercado de los laboratorios —describe— vienen acompañadas por grandes movidas publicitarias que consisten en apadrinar congresos, viajes, capacitaciones, publicaciones y hasta campañas de prevención. “Todo un aparato preparado para imponer determinado medicamento. Para eso primero necesitan desarrollar enfermedades. Es fácil deducir que vamos a obtener como resultado una cultura cada vez más medicalizada”. Merlin menciona como enfermedades “de moda”, impuestas por ese mercado, el ataque de pánico y el trastorno bipolar en los adultos. Y en los más pequeños el famoso TDH: el trastorno de déficit de atención por hiperactividad. “En 1895 Freud llamó al ataque de pánico neurosis de angustia. Es decir, todos los síntomas que aparecen hoy como ataques de pánico ya los describió Freud, no son una novedad. La diferencia es que ahora vienen medicalizados”, repasa la psicoanalista de la UBA para remarcar que a esa depresión manifestada por una persona se le pone una mordaza química. “Esa persona va a tener dos problemas: va a seguir con la angustia y tendrá que resolver la dependencia al psicofármaco. En lugar de escuchar lo que se manifiesta en el cuerpo con sudoración o taquicardia (por ejemplo) se le da un medicamento y se quita la oportunidad de expresar en palabras ese sufrimiento”. “Las neurociencias quieren borrar las historias, la afectividad y entonces hablan solamente de una lógica cerebral. Claro que hay una lógica cerebral, pero la neurona no coincide con el sufrimiento humano”, subraya. Chicos con “trastornos” Los niños y las niñas en edad escolar no escapan a esta lógica de salud y enfermedad motorizada por el mercado. Es corriente escuchar a docentes y familias hablar de chicos que no aprenden o tienen problemas de conducta por padecer déficit de atención. La derivación y la medicalización es lo que sigue a estas rotulaciones. Nora Merlin menciona al TDH como la enfermedad que está a la orden del día. “Quienes impulsan estas patologías incluyen como déficit lo que son características propias de los niños: si un niño se mueve se afirma que tiene déficit de atención, cuando son características propias de la infancia. Qué niño no se mueve, no es activo. A eso las neurociencias lo transforman en un trastorno neurobiológico, en un desorden del cerebro. Y no solo eso sino que piden hacer un diagnóstico temprano para determinar si esos síntomas se presentan con una frecuencia superior a lo normal. Ahora ¿cuál es el límite si un chico se mueve mucho? ¿Quién dice qué es lo normal? Ellos. ¿Qué hacen con esto? Medican. Hay muchísimos niños medicados por un supuesto trastorno que en la mayoría de los casos no existe. Uno de los mayores éxitos de la cultura neoliberal es haber instalado la creencia de una supuesta normalidad psíquica que se debe alcanzar, donde una vía para lograrlo es la medicalización”.
—¿Cómo se manifiesta esta situación en el día a día en las escuelas? —Hay toda una bajada de línea a los docentes quienes se ponen a estudiar neurofisiología y tratan de homologar la lógica de que si un chico tiene problemas de atención hay que derivarlo al neurólogo. Muchas veces lo hacen de buena fe. Pero cada niño tiene su tiempo de aprendizaje. Hay momentos singulares para cada niño que hay que respetar. No se puede sostener que porque los chicos se mueven tienen déficit de atención o un trastorno. Son desafíos para los docentes, porque estamos ante un problema muy serio en la cultura, donde se busca medicalizar. Una cultura que tiende al no respeto por la diferencia, más bien a una supuesta normalidad, y los que no están ahí es porque les falla algo en la sinapsis neuronal que hay que resolver con medicación. —Ante este bombardeo de “neurociencias y educación” ¿qué preguntas debiera hacerse una docente? —¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Por qué el ideal de una supuesta normalidad y uniformidad? ¿Por qué todos los niños deben responder a determinada cifra, ser cuantificados? ¿Y por qué abandonar la singularidad y la diferencia si los niños no son iguales, todos tienen su propia historia? La afectividad es el motor del aprendizaje: si un niño está triste, tiene inhibiciones, seguramente no va a poder aprender. Ahora, eso no responde a una lógica neuronal. Seguramente hay repercusiones en el cerebro, pero eso no significa que el cerebro sea la causa de su tristeza. Los docentes no son pasivos receptores, y porque viene una resolución “de arriba” hay que someterse. Tienen responsabilidad en sus actos. Un docente debe preguntarse por su acto. Hay que deconstruir entonces todos estos mensajes comunicacionales.  —Las neurociencias promueven entonces un pensamiento uniforme. —Las neurociencias van en contra del pensamiento crítico. Hay que someterse a determinada medida y supuesta normalidad, quienes no se someten a eso les caben las patologías. El objetivo es promover un pensamiento ahistórico, eliminar la política, la subjetividad, la singularidad y convertir una masa de gente medicalizada, uniforme, adaptada, disciplinada. Ese es el verdadero objetivo. A continuación la opinión sobre el tema del Staff Profesional de nuestra Fundación. Interesante la postura de la entrevistada en cuanto a señalar la relación de un instrumento como es la técnica psicoanalítica para deconstruir las formas de la organización social y sobretodo los estereotipos que se mueven acerca de las conductas humanas. En este caso, la contraposición es respecto de las neurociencias que en los últimos tiempos han tendido a explicar en términos de comunicación básica, que prácticamente tienen registrado todas las cosas que puede hacer una persona y a cada una de ellas contabilizar su actividad, darle una explicación y si fuera el caso medicarla. Todo ésto a raíz del convenio formalizado el año pasado entre el Ministerio de Educación de Nación y el Instituto de Neurología Cognitiva para crear el Laboratorio de Neurociencias y Educación y basándose en el conocimiento de cómo funciona el cerebro. La entrevistada discrimina acertadamente (aunque luego en los comentarios de lectores las críticas fueron muchas) el hecho que porque sepamos, tal vez exactamente, en qué lugar se producen una disfunción de las conexiones cerebrales, no estaremos atendiendo a la diversidad constructiva que tiene el hombre, porque el ambiente y las relaciones con los otros seres humanos y por ende su tipo de cultura y sociedad, van a conformar aun de un mismo patrón genético, por ejemplo dos hermanos gemelos idénticos, que educados en diferentes culturas darían productos similares en cuanto a su constitución morfológica, pero seguramente muy diferentes por los patrones de las culturas donde fueran criados. En otras palabras, por más que se pueda contabilizar el lugar donde se produce la conexión, no podrá dar cuenta de la riqueza que hace que esa conexión funcione en dicha forma gracias a los cambios ambientales, culturales y afectivos que ligan a los seres humanos. Agregamos por nuestra cuenta que cada tanto surgen como explicación absoluta diversa a teóricas con enunciados relativamente sencillos y que se vende como científicos que se toman dogmáticamente y pretenden explicar toda y cada una de las probabilidades de comportamiento o visibilidad de las acciones desde una visión absoluta que se parecería al viejo juego del "cerebro mágico", donde poniendo una punta metálica en el agujero correspondiente se iluminaba una zona del cerebro para ir ganando puntos en dicho juego. La profesional que además es magister en ciencia política, muestra la conexión entre los enfoques académicos y se sirve de algunas expresiones de Sigmund Freud (neurólogo él) donde explicaba que no le servía su ciencia para terminar de configurar la explicación a los sentimientos de las personas. /Y entonces nos agrega la autora, lo que sucede a partir de estas }formas de ver la realidad simplificándolo y a la vez haciéndola víctima de criterios sobre salud normal o enfermedad, a partir de los enunciados que difunden los laboratorios para después darles un rápida contestación medicamentosa. De ahí muchas supuestas enfermedades o trastornos como el TDH, adjudicándole a conductas normales propias de una edad características patológicas y por tanto controlables a partir de respuestas químicas Lamentablemente los docentes asumen muchas veces estas posturas a partir de algunos libros de divulgación y los toman como una especie de coraza de ciencia para poder explicar rápidamente lo inexplicable de otra forma y que parezca científica. Desde luego, eso va también con el sacrificio de cualquier tipo de diferencia, característica o preferencia de un alumno y si esta cabe o no a su vez en lo que está establecido o aceptado. Por su puesto que estos comentarios y razonamientos, en muchos casos será resistido una explicación compleja, toda vez que su postura va a esta avalada por un respaldo supuestamente científico. No se trata de negar los aportes de ninguna cuestión que pueda aportar nuevas posturas o entendimientos a diversos problemas, pero de ahí a convertirlos en un todo capaz de responder a todas las inquietudes hay un mar de por medio.

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