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martes, 21 de enero de 2020

La larga lista de hechos de violencia protagonizados por rugbiers.

El asesinato a golpes de Fernando Báez Sosa, un chico de 18 años, a la salida de un boliche de Villa Gesell puso nuevamente en debate un comportamiento que se viene reiterando en los últimos tiempos: los ataques en patota de jóvenes que practican este deporte. El repaso de los antecedentes. El paralelo con el caso Malvino, un joven de 21 años asesinado a golpes por una patota de “niños bien” en 2006. El crimen del joven de 18 años a la salida de un boliche de Villa Gesell volvió a traer al debate público un tipo de comportamiento que parece repetirse continuamente: violentos ataques en patota protagonizados por jóvenes rugbiers. Aunque algunos protesten por una supuesta estigmatización, la asociación no es caprichosa; no suelen darse este tipo de noticias de agresiones asociadas a practicantes de otras disciplinas deportivas. En la madrugada del sábado, un grupo de 11 jóvenes de entre 18 y 21 años golpeó y pateó en el suelo a Fernando Báez Sosa hasta dejarlo inconsciente. A los pocos minutos, mientras se esperaba a la ambulancia, murió en la calle, en el sitio donde había caído por la violenta agresión de que había sido víctima. La noticia del asesinato causó conmoción. Sin embargo, no se trata del primer hecho de estas características que se registra en los últimos tiempos. Hace menos de dos semanas, se volvió viral el video de un chico que le dio un golpe en la cara a traición a otro joven en una fiesta al aire libre en Punta del Este. La víctima, identificada como Alejo Iturrieta, tuvo que ser trasladado de urgencia a Buenos Aires y operado por una fractura en la mandíbula. Mientras que el agresor, que jugaba al rugby en un club de Uruguay, sufrió un fuerte repudio en las redes sociales, pero no fue detenido. En agosto del año pasado, cinco rugbiers de un club de Rosario fueron condenados a pagar $610 mil a tres jóvenes a los que golpearon en un boliche bailable dos años atrás. Además, tuvieron que acceder a dar clases de ese deporte en cárceles de Santa Fe durante dos años. El hecho había ocurrió durante la madrugada del 5 de noviembre de 2017 en el boliche "Wallas", ubicado en la costanera central de Rosario. Allí se desató la pelea por la cual fueron acusados por varios hechos de lesiones dolosas un grupo de rugbiers del Club Gimnasia y Esgrima. Entre las víctimas de la golpiza estuvieron los propios "patovicas" del lugar, que sufrieron heridas y uno debió ser intervenido quirúrgicamente. En octubre de ese mismo año las redes sociales también se convulsionaron con las imágenes de varios juveniles del San Isidro Club, que derribaban y maltrataban a un hombre mayor en estado de ebriedad y vulnerabilidad. En un principio, se denunció que la víctima de la agresión era un linyera que se encontraba en el lugar. Sin embargo, luego se supo que era un hombre que formó parte de la camada 1979 en el primer equipo de rugby. Según se puede ver en el video, uno de los jóvenes lo atacó desde atrás y lo derribó. A los pocos segundos, un compañero del agresor también cargó contra el hombre mayor y lo volvió a tirar al suelo. Dos años atrás, en Monte Hermoso, Emanuel Eduardo Orta Díaz, de 17 años, terminó hospitalizado e intervenido quirúrgicamente por un coágulo de sangre en la cabeza tras el ataque de un grupo de jugadores de rugby en una pelea callejera en pleno centro de la ciudad. El episodio se conoció a raíz de la viralización del video de una cámara de seguridad de la localidad balnearia que registró el momento. Todo había comenzado dentro de un boliche, donde uno de los amigos de la víctima chocó sin intención a una chica. Por esta situación, los rugbiers increparon a la víctima y, mientras éste intentaba calmarlos, recibió una trompada en la cabeza desde atrás que lo hizo desplomar al piso. En 2016 cuatro rugbiers del club Los Cedros atacaron a un policía en Río de Janeiro, tras una discusión en una discoteca. El comisario Gustavo Ribeiro acabó con una fractura en el maxilar y un diente roto y denunció por "lesiones corporales graves" y "desacato" a los argentinos El caso más impactante por sus consecuencias letales -y por su similitud con el que acaba de ocurrir en Villa Gessell- fue el asesinato de Ariel Malvino, quien murió en Brasil en 2006 a raíz de una golpiza que le propinaron tres rugbiers argentinos, oriundos de la ciudad de Corrientes, de vacaciones en el lugar. Una patota de “niños bien”, como los definió el padre de la víctima, quien todavía, a 13 años del hecho, está a la espera del juicio a los asesinos de su hijo. Agredieron a Malvino cuando éste quiso interceder para frenar una pelea. No conformes con golpearlo y derribarlo, uno de ellos levantó una roca y se la tiró a la víctima a la altura de la cintura. Malvino quedó convulsionando en el piso y luego murió a causa del golpe.
A continuación la opinión sobre el tema del Staff Profesional de nuestra Fundación. Esta noticia la elegimos sólo para plantearnos la siguiente pregunta e invitarlos a reflexionar: con toda esta evidencia que parece indicar lo “malo“ que es este deporte, ¿a alguien se le ocurriría pedir su prohibición? Tal vez, alguna voz se levante para solicitarlo, pero en realidad deberíamos pensar a qué responde tales niveles de violencia. Vivimos en sociedades donde cada vez media menos la palabra, donde la simple presencia de alguien que sea diferente nos incomoda al punto tal de querer prácticamente su desaparición, donde los otros sólo son importantes en función de su utilidad para luego ser descartados, en algún punto, desechados, donde las salidas a los problemas (de lo que sea) son individuales, nunca colectivas, por eso el otro es un estorbo. En lógicas como éstas no es de esperarse otras respuestas que no sean “a los golpes“, dado que, de alguna manera (más concreta y cruda, o más sutil y menos evidente) de lo que pareciera que se trata es de la supervivencia del más fuerte.

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