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viernes, 31 de enero de 2020

TEDx LIMA

Hoy queremos compartir con uds. esta ponencia que habla sobre la posibilidad de vivir un mundo sin etiquetas. Si bien la expositora habla de la posibilidad de desprenderse de todo lo que se supone que somos para poder vernos tal cual somos y ver a los otros tal cual son, desde su experiencia con enfermos, podemos pensarlo como ejercicio para nuestra tarea con esta gran etiqueta que es la adicción. Esto implica poder ver más allá de cómo se nos presentan estas personas, poder pensar en la carga que implica sostener esa supuesta identidad e incluso, muchas veces, poder ayudarlos a desprenderse de esa carta de presentación para que puedan ver quienes son más allá de esta circunstancia y que puedan verla incluso como eso, como una circunstancia y no su esencia. Pero si no podemos lograrlo primero nosotros, es decir, si no podemos dejar de verlos como "adictos", difícilmente podamos permitirles verse de una forma distinta.

martes, 28 de enero de 2020

Una fábula*.

*Cuento de 1909, extraído de Twain, Mark, Cuentos Completos V: 1906-1916, Buenos Aires, Claridad, 2008.
Había una vez un artista que habiendo pintado un cuadro pequeño y muy hermoso lo colocó de tal modo que podía verlo en el espejo. Dijo: - Esto duplica la perspectiva y lo hace más delicado, y se ve el doble de hermoso de lo que era antes. Los animales del bosque supieron esto por el gato de la casa, al que admiraban mucho debido a que era muy culto, refinado y civilizado, y tan educado y bien criado, el cual podía contarles muchísimas cosas que ellos ignoraban y de las que no se convencían del todo luego. Estaban muy agitados por este nuevo chisme, e hicieron muchas preguntas a fin de entender bien todo. Preguntaron qué era un cuadro y el gato explicó: - Es algo chato –dijo-, maravillosamente plano, maravillosamente plano, graciosamente plano y elegante. Y ¡oh, tan hermoso! Los animales, ya exitados, se pusieron frenéticos y dijeron que darían cualquier cosa por verlo. Entonces el oso preguntó: - ¿Y qué es lo que lo hace tan hermoso? - El aspecto que tiene –dijo el gato. Esto los llenó de admiración y de incertidumbre, y estaban más intrigados y animados que nunca antes. Entonces la vaca preguntó: - ¿Qué es un espejo? - Es un agujero en la pared –dijo el gato- Uno mira ahí y ahí ve el cuadro y es tan delicado, encantador, etéreo e inspirador en su inconcebible belleza que a uno le da vueltas la cabeza muchas veces hasta que se derrite de éxtasis. El asno todavía no había dicho nada; ahora empezaba a arrojar sus dudas. Dijo que nunca había habido nada tan hermoso como esto antes, y que probablemente tampoco ahora. Dijo que cuando había que usar un canasto lleno de adjetivos largos y excesivos para elogiar una cosa bella, era hora de sospechar. No fue difícil ver que esas dudas surtieron efecto entre los animales, así que el gato se fue ofendido. El tema quedó olvidado durante un par de días, pero mientras tanto la curiosidad fue surgiendo poco a poco nuevamente y hubo un renovado interés fácilmente perceptible. Entonces los animales fustigaron al asno por arruinar lo que probablemente pudo haber sido un placer para ellos, con la mera sospecha de que el cuadro no era hermoso, sin ninguna prueba de que tal fuera el caso. El asno no estaba preocupado sino tranquilo y dijo que había una forma de averiguar quién tenía razón, si él o el gato: iba a ir y mirar en el agujero, y volvería a decir lo que había averiguado. Los animales se sintieron aliviados y agradecidos, y le pidieron que fuera enseguida, cosa que el asno hizo. Pero no sabía adónde debía pararse, y así, erróneamente se paró entre el cuadro y el espejo. El resultado fue que el cuadro no se pudo reflejar y el asno no pudo ver el efecto. El asno volvió y dijo: - El gato mintió. No había nada en ese agujero más que un asno. Ni una señal de algo chato a la vista. El asno era lindo y amistoso, pero era sólo un asno, nada más. El elefante preguntó: - ¿Lo viste bien y con claridad? ¿Te acercaste? - Lo vi muy bien y muy claramente, O Hathi, Rey de las Bestias. Estuve tan cerca que casi lo toco con mi hocico. - Esto es muy raro –dijo el elefante-, el gato siempre dijo la verdad hasta ahora, por lo menos lo que pudimos entender. Qué intente otro testigo. Baloo, vamos, mira en el agujero y vuelve para informar. Así que fue el oso. Cuando volvió dijo: - El gato y el asno mintieron; no había nada en el agujero más que un oso. Grande fue la sorpresa y perplejidad de los animales. Ahora todos estaban ansiosos por ir a probar y volver con la verdad. El elefante los envió de uno por vez. Primero la vaca. No encontró nada en el agujero salvo una vaca. El tigre no encontró nada ahí salvo un tigre. El león no encontró nada ahí salvo un león. El leopardo no encontró nada ahí salvo un leopardo. El camello encontró un camello y nada más. Hathi estaba furioso y dijo que él iba a averiguar la verdad aunque tuviera que ir él mismo a observar. Cuando volvió trató a todos los demás de mentirosos y se hallaba en un estado de ira incontrolable por la falta de moral y por la ceguera mental del gato. Dijo que nadie salvo un tonto incapaz de ver, podía dejar de otra que en el agujero no había otra cosa que un elefante. MORALEJA (DEL GATO) Uno puede encontrar en un texto cualquier cosa que uno lleve, si se para entre el texto y el espejo de la imaginación. Puede que uno no se vea las orejas, pero están ahí.
Queremos compartir con uds. este pequeño relato y que pensemos cuántas veces nos comportamos como los animales del mismo.

jueves, 23 de enero de 2020

Un drama sin solución Policías amarrados al poder narco, una clave en el espiral de violencia en Rosario.

La lista de agentes, provinciales y federales, investigados por “trabajar” para bandas criminales es bien extensa. Un nuevo intento por cortar esos hilos, una de las posibles causas del inicio caliente del 2020. El que reprende es un jefe narco y quien lo escucha, sumiso, un jefe policial. “Me tenés que llamar. ¿Para qué te estoy pagando?”. Ramón “Monchi” Machuca, uno de los líderes de la banda narco  Los Monos ​ condenado a 36 años y medio de prisión, cuestiona. Del otro lado de la línea el suboficial Angel “Chichito” Avaca, el mismo al que esta semana le mataron un hijo, acepta los cuestionamientos. El diálogo, interceptado en mayo de 2013, es apenas un ejemplo de una práctica extendida: la de agentes, cabos, sargentos, oficiales, sumariantes o comisarios dispuestos al servicio de organizaciones delictivas que operan en el Gran Rosario. La banda que construyó su poder en el sur de la ciudad, la misma zona donde el sábado pasado se cometió un crimen resonante contra un apostador del casino, contaba con uniformados que proveían información o balas, que se ofrecían a intimidar a los enemigos y que muchas veces recibían a cambio compensaciones tan curiosas como un televisor. Parte de esa herramienta que utilizan organizaciones poderosas es la que llevó al ministro de Seguridad de Santa Fe, Marcelo Sain, a proponer un plan integral que incluye profundos cambios en la estructura policial de la provincia: pasar a disponibilidad a altos jefes, desplazar a otros e intervenir una cuestionada Unidad Regional, fueron algunas de las medidas que encaró desde que asumió, el 10 de diciembre pasado. La gestión que encabeza el gobernador peronista  Omar Perotti  ​cree que esa decisión explica, en parte, la ola de crímenes que impactaron al Gran Rosario en el comienzo del nuevo año, con 18 víctimas en los primeros diecisiete días del año. La última, un joven de 22 años en la noche del viernes. “No tengo ninguna duda de que esto es una reacción de grupos que, evidentemente, manejaban negocios enormes. Me parece que había jefes policiales que se creían que eran dueños de provincia o dueños de la ciudad”, planteó Sain en medio del creciente número de homicidios. “Acá, aunque se diga lo contrario, lo que había era una policía que tenía total autonomía”, concluyó. Sólo en la causa por asociación ilícita contra Los Monos, cuyo juicio finalizó en abril de 2018, fueron condenados 9 policías a penas de entre cinco y siete años de cárcel. Siete pertenecían a la santafesina y dos a Fuerzas Federales. Los uniformados eran un engranaje central de la banda. Un décimo oficial cerró un acuerdo abreviado por el que consiguió una condena a tres años de prisión. Toda una curiosidad porque de acuerdo a los investigadores, Juan “Chavo” Maciel era quien más colaboraba con el grupo. Conocía incluso los crímenes que iban cometiendo. Y les ofrecía a sus miembros información para burlarlos. “Está más allá que para otra cosa. Siete le dieron. Está listo prácticamente”, le informa Maciel a “Monchi” en una escucha interceptada por la Justicia. El diálogo corresponde a los instantes posteriores a una ejecución cometida por  Ariel “Guille” Cantero ​ en venganza por la muerte de Claudio “Pájaro” Cantero. En julio de 2018 también fue condenado un hombre fuerte en el comercio local de estupefacientes. Delfín Zacarías recibió 16 años de prisión. Junto a él cayó un policía Federal y un ex jefe de la Brigada Operativa de Drogas de la santafesina, Diego Comini, a quien le impusieron una pena a 6 años de cárcel. Hay múltiples casos que quedaron expuestos en los últimos años. Esteban Alvarado, otro pesado del delito en Rosario, también sumó los servicios policiales para obtener protección, cobertura, información. Imputado el año pasado por comandar una asociación ilícita que ejecutó a un prestamista y participó de balaceras contra objetivos judiciales, investigado por la Justicia Federal por narcotráfico, Alvarado elaboró un complejo entramado criminal al que sumó uniformados. El grupo policial proveía información y hasta introducía pistas falsas en distintas investigaciones que podían incriminar al líder de la banda. Uno de ellos, Pablo Báncora, era clave porque colaboraba al mismo tiempo con el grupo de fiscales que integraban el equipo de Gravedad Institucional, encargado de perseguir a personajes como el propio Alvarado. Entre otras curiosidades los policías que ayudaban al delincuente llegaron a plantar un teléfono en un allanamiento. El aparato contenía mensajes convenientemente redactados por el jefe de la organización para despistar a los investigadores. Otros prestaban su servicio para lavar activos. Uno de ellos, Luis Quevertoque, compartía incluso la propiedad de caballos de carrera. “Cascarudo”, de la caballeriza LQ, es uno de los animales que logró identificar la fiscalía. Quevertoque, ex subjefe de la ex Brigada de Judiciales, tiene un capítulo curioso en su legajo oficial: fue uno de los encargados de investigar para llevar a juicio a Los Monos, enfrentados a Alvarado. La mano de obra policial no es exclusivo patrimonio de los delincuentes más poderosos. Son muchas las bandas con menor peso que también negocian esa cobertura. A mediados de 2019 fueron condenados cinco policías de la comisaría 20ª, ubicada en el barrio Empalme Graneros, por proteger a al menos dos narcos. Las escuchas indican que si era necesario los hostigaban para cobrar la mensualidad con balaceras y golpizas. Los policías buscaban ocultar su identidad con una curiosidad: casi todos utilizaban la primera letra del apellido para elegir un apodo. Roberto “Queja” Quiroga, Jorge “Obra” Ocampo, Cristian “Gavia” Gelabert, Víctor “Mochila” Villalba y Gustavo “Empleo” Elizalde recibieron penas de entre tres y cinco años de prisión. En julio pasado la Justicia Federal procesó en otra causa por tráfico de estupefacientes al sargento Juan “Tiburón” Delmastro –condenado en abril de 2018 también por integrar Los Monos- y a Alejandro Druetta, ex jefe de Inteligencia Zona Sur de Drogas Peligrosas. Ambos protegían a los narcos y recibían algo más que dinero: los delincuentes también les aportaban información de sus competidores. Los policías los atrapaban y eso permitía consolidar sus carreras dentro de la Fuerza y sacar jugadores del camino que entorpecían la operatoria de sus socios. La lista es extensa, obscena. El policía Carlos Schmidt fue condenado, en agosto de 2019, a seis años de prisión por integrar una banda que traía droga desde Bolivia y que comandaba Walter Jure, otro miembro calificado de Los Monos. Sain siguió de cerca cada una de esas causas porque antes de ocupar el ministerio de Seguridad integró durante un año la dirección del Organismo de Investigaciones del Ministerio Público de la Acusación (MPA) santafesino. Transitó investigaciones provinciales que involucraban a narcos, criminales, delincuentes y policías. Sin embargo, desde mucho antes tenía una mirada crítica sobre la policía de Santa Fe. En 2008, cuando ocupaba una banca en la legislatura de Buenos Aires, consideró que la Fuerza era “una de las más corruptas y más regulatorias del negocio del narcotráfico”, lo que le permitía convertirse en “el principal cartel de drogas” de la provincia. La guerra narco que se desató en el Gran Rosario y que tuvo su pico criminal en 2013, las causas judiciales que comenzaron a acumularse años después, avalarían aquellas viejas sentencias de Sain. Quizás el caso más emblemático y más impactante fue la detención, en octubre de 2012, del entonces jefe de la policía provincial, Hugo Tognoli. Lo procesaron en dos causas por su connivencia con grupos narco. En una de ellas fue finalmente absuelto. En la otra lo declararon culpable por distintos delitos y le impusieron seis años de prisión. En diciembre logró el beneficio de la libertad condicional luego de estar cinco años y medio alojado en una cárcel.
A continuación la opinión sobre el tema del Staff Profesional de nuestra Fundación. Una vez más, esta noticia nos demuestra como las fuerzas de seguridad (provinciales y federales) que deben luchar contra el narcotráfico forman parte de sus filas. En Rosario, según dice el artículo, no sólo brindaban protección a las bandas, ya sea creando pruebas falsas para entorpecer causas judiciales o entregando balas, sino también trabajaban mancomunadamente para “eliminar“ a la competencia, los policías recibían información de los narcos de sus rivales, con los que unos consolidaban sus carreras en la Fuerza y los otros veian favorecido su comercio. Como ya dijeramos en otras oportunidades, esta es una muestra más de que la prohibición sólo sirve para generar un gran negocio que tiene sus redes extendidas en muchos ámbitos (policiales, judiciales, políticos) y cuya consecuencia son las muertes, de propios y ajenos, que son mayores que las que provoca el abuso de las sustancias que se busca erradicar con ella.

martes, 21 de enero de 2020

La larga lista de hechos de violencia protagonizados por rugbiers.

El asesinato a golpes de Fernando Báez Sosa, un chico de 18 años, a la salida de un boliche de Villa Gesell puso nuevamente en debate un comportamiento que se viene reiterando en los últimos tiempos: los ataques en patota de jóvenes que practican este deporte. El repaso de los antecedentes. El paralelo con el caso Malvino, un joven de 21 años asesinado a golpes por una patota de “niños bien” en 2006. El crimen del joven de 18 años a la salida de un boliche de Villa Gesell volvió a traer al debate público un tipo de comportamiento que parece repetirse continuamente: violentos ataques en patota protagonizados por jóvenes rugbiers. Aunque algunos protesten por una supuesta estigmatización, la asociación no es caprichosa; no suelen darse este tipo de noticias de agresiones asociadas a practicantes de otras disciplinas deportivas. En la madrugada del sábado, un grupo de 11 jóvenes de entre 18 y 21 años golpeó y pateó en el suelo a Fernando Báez Sosa hasta dejarlo inconsciente. A los pocos minutos, mientras se esperaba a la ambulancia, murió en la calle, en el sitio donde había caído por la violenta agresión de que había sido víctima. La noticia del asesinato causó conmoción. Sin embargo, no se trata del primer hecho de estas características que se registra en los últimos tiempos. Hace menos de dos semanas, se volvió viral el video de un chico que le dio un golpe en la cara a traición a otro joven en una fiesta al aire libre en Punta del Este. La víctima, identificada como Alejo Iturrieta, tuvo que ser trasladado de urgencia a Buenos Aires y operado por una fractura en la mandíbula. Mientras que el agresor, que jugaba al rugby en un club de Uruguay, sufrió un fuerte repudio en las redes sociales, pero no fue detenido. En agosto del año pasado, cinco rugbiers de un club de Rosario fueron condenados a pagar $610 mil a tres jóvenes a los que golpearon en un boliche bailable dos años atrás. Además, tuvieron que acceder a dar clases de ese deporte en cárceles de Santa Fe durante dos años. El hecho había ocurrió durante la madrugada del 5 de noviembre de 2017 en el boliche "Wallas", ubicado en la costanera central de Rosario. Allí se desató la pelea por la cual fueron acusados por varios hechos de lesiones dolosas un grupo de rugbiers del Club Gimnasia y Esgrima. Entre las víctimas de la golpiza estuvieron los propios "patovicas" del lugar, que sufrieron heridas y uno debió ser intervenido quirúrgicamente. En octubre de ese mismo año las redes sociales también se convulsionaron con las imágenes de varios juveniles del San Isidro Club, que derribaban y maltrataban a un hombre mayor en estado de ebriedad y vulnerabilidad. En un principio, se denunció que la víctima de la agresión era un linyera que se encontraba en el lugar. Sin embargo, luego se supo que era un hombre que formó parte de la camada 1979 en el primer equipo de rugby. Según se puede ver en el video, uno de los jóvenes lo atacó desde atrás y lo derribó. A los pocos segundos, un compañero del agresor también cargó contra el hombre mayor y lo volvió a tirar al suelo. Dos años atrás, en Monte Hermoso, Emanuel Eduardo Orta Díaz, de 17 años, terminó hospitalizado e intervenido quirúrgicamente por un coágulo de sangre en la cabeza tras el ataque de un grupo de jugadores de rugby en una pelea callejera en pleno centro de la ciudad. El episodio se conoció a raíz de la viralización del video de una cámara de seguridad de la localidad balnearia que registró el momento. Todo había comenzado dentro de un boliche, donde uno de los amigos de la víctima chocó sin intención a una chica. Por esta situación, los rugbiers increparon a la víctima y, mientras éste intentaba calmarlos, recibió una trompada en la cabeza desde atrás que lo hizo desplomar al piso. En 2016 cuatro rugbiers del club Los Cedros atacaron a un policía en Río de Janeiro, tras una discusión en una discoteca. El comisario Gustavo Ribeiro acabó con una fractura en el maxilar y un diente roto y denunció por "lesiones corporales graves" y "desacato" a los argentinos El caso más impactante por sus consecuencias letales -y por su similitud con el que acaba de ocurrir en Villa Gessell- fue el asesinato de Ariel Malvino, quien murió en Brasil en 2006 a raíz de una golpiza que le propinaron tres rugbiers argentinos, oriundos de la ciudad de Corrientes, de vacaciones en el lugar. Una patota de “niños bien”, como los definió el padre de la víctima, quien todavía, a 13 años del hecho, está a la espera del juicio a los asesinos de su hijo. Agredieron a Malvino cuando éste quiso interceder para frenar una pelea. No conformes con golpearlo y derribarlo, uno de ellos levantó una roca y se la tiró a la víctima a la altura de la cintura. Malvino quedó convulsionando en el piso y luego murió a causa del golpe.
A continuación la opinión sobre el tema del Staff Profesional de nuestra Fundación. Esta noticia la elegimos sólo para plantearnos la siguiente pregunta e invitarlos a reflexionar: con toda esta evidencia que parece indicar lo “malo“ que es este deporte, ¿a alguien se le ocurriría pedir su prohibición? Tal vez, alguna voz se levante para solicitarlo, pero en realidad deberíamos pensar a qué responde tales niveles de violencia. Vivimos en sociedades donde cada vez media menos la palabra, donde la simple presencia de alguien que sea diferente nos incomoda al punto tal de querer prácticamente su desaparición, donde los otros sólo son importantes en función de su utilidad para luego ser descartados, en algún punto, desechados, donde las salidas a los problemas (de lo que sea) son individuales, nunca colectivas, por eso el otro es un estorbo. En lógicas como éstas no es de esperarse otras respuestas que no sean “a los golpes“, dado que, de alguna manera (más concreta y cruda, o más sutil y menos evidente) de lo que pareciera que se trata es de la supervivencia del más fuerte.

lunes, 20 de enero de 2020

Demanda en Canadá acusa a Fortnite de ser tan adictivo como la cocaína.

El proceso legal argumenta que la empresa no advierte sobre los riesgos de dependencia en menores. El popular videojuego gratuito Fortnite, uno de los más populares del mundo, fue acusado de ser demasiado adictivo en una demanda colectiva presentada la semana pasada en Canadá. La queja formal comparó el título, que está dirigido a niños y jóvenes, con la cocaína. Creado por el desarrollador Epic Games en 2017, Fortnite permite el enfrentamiento de hasta 100 jugadores de forma individual o en equipos, en un ‘todos contra todos’ hasta que solo uno quede en pie. Además, es usado en competencias de pro-players, jugadores dedicados al mundo de los e-sports. El título ha tenido un éxito arrollador, con más de 250 millones de usuarios en el mundo, que lo convierte en el video-juego en línea de mayor popularidad. En el documento legal presentado en Quebec (Canadá) en nombre de los acudientes de dos niños que juegan Fortnite, los demandantes comparan el juego con la cocaína y argumentan que provoca la producción de dopamina, un neurotransmisor asociado a la gratificación. Además, acusan al título de estar diseñado para generar dependencia. “La adicción a Fortnite tiene consecuencias reales para las vidas de los jugadores: muchos no comen ni se duchan, y dejan de socializar”, agrega la demanda, que menciona también a jugadores que han sido forzados a buscar tratamiento para su adicción. Jean-Philippe Caron, el abogado que lidera la demanda, dijo a la AFP que acusó al creador del juego de supuestamente haber convocado a psicólogos para que “ayuden a hacerlo más adictivo”. Sin embargo, la producción de dopamina, que argumenta la demanda, también es liberada en redes sociales, en series de entretenimiento y hasta en conciertos, lo que aminora su impacto. Según el abogado, la firma omitió “advertir sobre los riesgos y peligros inherentes a su producto”. Si la acción resulta exitosa, los desarrolladores de Fortnite podrían verse obligados a pagar “decenas, incluso, cientos de millones de dólares” por indemnización.
A continuación la opinión sobre el tema del Staff Profesional de nuestra Fundación. Aquí tenemos una muestra más de que los consumos problemáticos no son sólo a sustancias y, mucho menos como suele pensarse, a aquellas que son ilegales. Como ya mencionáramos en otra oportunidad, al hablar de las adicciones a las series, los circuitos de recompensa que se activan son los mismos ya sea que se trate de sustancias (legales o ilegales), comida o conductas, con la consiguiente liberación de dopamina, lo que nos hace sentir "bien" y, por ende, querer repetir lo que haya provocado esa sensación de felicidad o bienestar, incluso aunque sólo dure un tiempo muy breve. Lo llamativo es que siempre que se quiere, podríamos decir, crear conciencia, o simplemente, llamar la atención sobre la posibilidad de que existan estos otros consumos problemáticos, se alude a alguna sustancia prohibida, es así que aquí se compara el juego compulsivo de Fortnite con el consumo de cocaína. Sin querer queriendo, se refuerza así la idea de que las sustancias ilegales son las "adictivas". Pero la existencia de estudios y/o publicaciones que demuestran que otras actividades tales como el juego (de casino u online, de play station o en red), las series o las compras, sólo por citar ejemplos donde no se incorpora ninguna "cosa" (sustancias o alimentos) al cuerpo pueden generar consumos problemáticos y/o adicción, deja en evidencia que no son "las drogas" las que "convierten" en adicto a alguien. Para que ésto ocurra, es necesario que se den tres cosas, ciertas condiciones propias de la persona en cuestión, un contexto que favorezca esta conducta y un hecho que la desencadene, sin alguno de estos elementos presentes, no es posible que se desarrolle consumo problemático o adicción alguna. Justamente es por ésto que cualquier cosa (sustancia, actividad) puede ser objeto pasible de consumo problemático y/o adicción.

martes, 14 de enero de 2020

Condenaron a 15 años de prisión a un sin techo por tener cocaína y era leche en polvo.

Cody Gregg fue acusado de tráfico de cocaína en Oklahoma (EE.UU.) y sentenciado a 15 años de prisión, pero lo que tenía era leche en polvo. Lo dejaron libre, pero pasó 2 meses en la cárcel. Un hombre sin hogar fue acusado de tráfico de cocaína en Oklahoma (EE.UU.) y sentenciado a 15 años de prisión el 8 de octubre, pero la sentencia fue desestimada tres días después. La sustancia blanca que parecía cocaína resultó ser leche en polvo. El arresto se produjo el día 12 de agosto cuando Cody Gregg, de 29 años, iba en bicicleta por el vecindario industrial al suroeste del centro de Oklahoma. El hombre llamó la atención de la Policía por ir sin camiseta, con una mochila y no llevar encendidas las luces traseras de la bicicleta. Además levantó más sospechas al no detenerse ante las ordenes de los agentes, sino al contrario empezar a pedalear más fuerte y posteriormente salir corriendo a pie, como si tratara huir de las autoridades.
Cuando los agentes llegaron a detener al hombre, hallaron en la mochila una lata de café con una gran bolsa transparente. La Policía concluyó que la sustancia blanca que se encontraba dentro de la bolsa era cocaína y acusó a Gregg de posesión de drogas, informa Washington Post. La semana pasada, después de pasar casi dos meses en la cárcel, el joven fue sentenciado a 15 años de prisión. A pesar de que la sentencia ya se haya dictado, dos días después llegaron los resultados del laboratorio que revelaron que la sustancia de aspecto sospechoso era leche en polvo. Al enterarse de los resultados Gregg retiró su declaración de culpabilidad y explicó al juez que obtuvo la leche de una dispensa de alimentos. Solo se declaró culpable para poder abandonar la cárcel del condado de Oklahoma, que tiene bastantes inconvenientes que incluyen hacinamiento, moho y una tasa de suicidios inusualmente alta. El 11 de octubre la sentencia fue anulada y el hombre fue puesto en libertad. Como explicación de cómo pudo producirse tal error, los agentes del Departamento de Policía de Oklahoma dijeron que se basaron en la prueba que se realizó a la sustancia y en su propia experiencia. "Dentro de la bolsa había una gran cantidad de sustancia en polvo blanco que, según mi entrenamiento y experiencia, creí que era cocaína", dijo el oficial. "Luego el polvo blanco dentro de la bolsa dió positivo en cocaína y el peso total del paquete marcó 45,91 gramos de cocaína". Todo era mentira.
A continuación la opinión sobre el tema del Staff Profesional de nuestra Fundación. Seleccionamos esta noticia que, si bien tiene unos cuántos meses, es de octubre del año pasado, es un claro ejemplo de lo que ocurre cuando interfieren, en nuestro quehacer profesional (en este caso agentes de policía) los prejuicios. Esta persona en situación de calle fue detenida por ir en bicicleta sin camiseta, con una mochila y sin luces traseras encendidas, haciéndose más sospechoso (y confirmándose, podríamos asumir, la idea preconcebida que se tenía de él) al no detenerse y "correr"de los oficiales. Así presentada la situación no cabían muchas dudas (más si sumamos la "experiencia" de las autoridades) de que el polvo blanco que llevaba "oculto" (podríamos decir) en una lata de café era cocaína. Con todas estas "pruebas" no fue necesario siquiera esperar a los análisis que confirmarían (?) lo ya sabido, menos aun si el sujeto en cuestión había asumido su culpabilidad, por lo que fue sentenciado sin los resultados pertinentes. Todo este "equívoco" significaron dos meses de prisión para alguien inocente y que, por un cuestión de supervivencia (a la que podemos asumir que está acostumbrado) prefirió reconocerse culpable. Aquí cabe hacerse unas cuantas preguntas: 1) los oficiales hubieran reaccionado de igual manera ante una persona "menos sospechosa", es decir, la presunción de que la sustancia encontrada era una prohibida (cocaína) hubiera sido la misma si la persona detenida iba "correctamente" vestida o no se "escapaba" de ellos? Aun cuando estaba en falta por no llevar las luces traseras de su bicicleta encendidas, hubiera sido el mismo su accionar o sólo le hubieran hecho una multa por tal infracción? 2) Siendo un sin techo, tenía otra opción, y acá podríamos acudir como los agentes a la experiencia previa que debe tener de "encuentros" previos con la policía, hacer otra cosa más que tratar de huir? 3) Alguien hubiera creído a su declaración de inocencia tan fielmente como creyeron la de su culpabilidad (que sólo era para resguardar su vida y poder ser trasladado del penal en que se encontraba, unidad carcelaria con serias deficiencias edilicias y altos índices de suicidios)? 4) Si la sustancia le hubiera sido secuestrada a una persona de quien no existiera juicio previo (en este caso la clásica asociación pobre=adicto=delincuente) hubiera sido condenada sin el análisis que confirmara de qué se trataba? Desafortunadamente es poco probable que los prejuicios (todos los tenemos en mayor o menor medida) dejen de existir, ya alguna vez hablamos de su naturaleza y el por qué de su existencia, por lo que debemos esta atentos a ellos para poder minimizar los daños que puede producir una intervención por ellos sesgada. Para poder seguir pensando al respecto (no sólo en nuestro accionar profesional, sino también en nuestra cotidianidad) compartimos con uds. el siguiente video Por qué creemos lo que creemos?:

lunes, 13 de enero de 2020

jueves, 2 de enero de 2020

FONDO AYUDA TOXICOLÓGICA ( F.A.T. )

QUIENES SOMOS.!!!

El Fondo de Ayuda Toxicológica (FAT) es una ONG fundada en el año 1966 por el Profesor Emérito Dr. Alberto Italo Calabrese para trabajar en ...