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jueves, 15 de agosto de 2019

Adictos, traficantes y “refugiados de las drogas”, el lado oscuro de Nueva York.

THE NEW YORK TIMES 17/07/2019 (publicada en el Diario Clarín del Domingo 11 de Agosto de 2019, pág. 34) Por Annie Correal . Una pareja de Ohio empuja el carrito de compras con todas sus pertenencias hacia la calle 34 Este, mientras los turistas se amuchan junto a ellos. Un hombre mayor de Massachusetts duerme afuera de Pennsylvaia Station, por la que 600 mil personas pasan diariamente. No muy lejos, una mujer de Carolina del Norte se agacha junto a un cartel de cartón. Los centros de tránsito de Nueva York son usados por millones de turistas y personas que van a su trabajo cada año. Pero últimamente, estos centros se han convertido cada vez más en un destino para personas con adicción a opioides u otras drogas. Muchos llegan de sitios del país que han visto un enorme aumento en los indicadores de consumo de droga y de sobredosis fatales. Nueva York tiene su propia crisis de drogas: las muertes por sobredosis aumentaron fuertemente en 2016 con la llegada de fentanilo, y las autoridades dicen que la ciudad se ha convertido en un centro importante de comercialización ilegal del opioide sintético. Pero, salvo algunos sitios del Bronx y de Staten Island, la crisis de los opioides no suele ser visible públicamente. Sin embargo, este no es el caso de Penn Station, ni de la terminal de ómnibus de Port Authority en Midtown Manhattan, Jamaica Station en Queens u otros centros de tránsito. Allí, las personas atrapadas por la adicción forman filas en las veredas, esperando, pidiendo dinero, durmiendo en campamentos improvisados. Los números crecen a medida que el clima se vuelve más cálido, y su presencia recuerda una época en la que Nueva York era un lugar más áspero. “Son refugiados de la droga”, dijo Dimitri Mugianis, asesor en New York Harm Reduction Educators, una organización sin fines de lucro que trabaja con consumidores y con sus familias para promover un uso más seguro de la droga. “Están buscando una vida mejor”. Mugianis dijo que los consumidores de opioides vienen a Nueva York por la droga, pero también porque encuentran mayor tolerancia y contención aquí que en sus ciudades natales, y más acceso a servicios como el cambio de jeringas. Rebecca Conklin, de Thomasville, Carolina del Norte, una de las más de treinta personas en situación de calle cerca de centros de tránsito a quienes el New York Times entrevistó, dijo a la salida de Penn Station que vino a la ciudad hace más o menos dos años, desamparada y con la necesidad de tratamientos médicos y un nuevo comienzo. “Mi marido me dijo que Nueva York cuida a su gente”, dijo Conklin, de 40 años.
Funcionarios de la ciudad han dicho que esta población es transitoria y que no representa un incremento general de personas en situación de calle. De todos modos, su presencia cada vez mayor se ha vuelto difícil de ignorar. Barbara A. Blair, presidente de Garment District Alliance, que representa a negocios y dueños inmobiliarios en la zona entre Penn Station y Port Authority, dijo que desde el verano pasado una cantidad significativa de gente que aparentemente consume drogas ha llegado al barrio. “Este año están de vuelta”, dijo Blair. “Están allí con sus carteles de cartón. A veces están desmayados”. Muchas personas viviendo en la calle dicen que tienen más posibilidades de encontrar refugio y tratamiento en Nueva York. Pero algunas vienen a la ciudad por la disponibilidad de las drogas. Drogas como el fentanilo, que puede ser 50 veces más fuerte que la heroína, son más abundantes y baratas, en general, en Nueva York que en las ciudades más pequeñas y pueblos, según muchos consumidores y abogados de Harm Reduction. Las drogas, que también incluyen píldoras recetadas, crack y metanfetaminas, llegan a los centros de tránsito desde toda la ciudad y Nueva Jersey, a menudo transportadas por traficantes al menudeo que le venden a los que viven en la calle —y a los transeúntes— para poder pagar sus propios hábitos de consumo. El Departamento de Policía de Nueva York, cuya oficina de tránsito controla el sistema de trenes subterráneos, dijo que las detenciones por crímenes relacionados con drogas subieron un 55% en junio, en las estaciones de subterráneo conectadas con Penn Station, Port Authority y Jamaica Station, en Queens —donde llegan los compradores de droga, con el Long Island Rail Road— si se comparan con el mismo período del año anterior. En el resto del sistema, los indicadores no habían visto cambios relevantes. Sin duda, la gente ha venido ha Nueva York para comprar drogas desde hace décadas. Pero antes, en general, regresaban a sus hogares una vez que habían hecho la compra. Ahora es más común quedarse. La primera ola vino a la ciudad desde Long Island, Nueva Jersey y Connecticut, hace más o menos cinco años, según muchos entrevistados. Muchos dijeron que primero se habían hecho adictos a opioides recetados, pero que habían terminado comprando la droga en la calle y que ya lidiaban con una adicción a la heroína cuando llegaron. Jay, un ex pintor de 39 años, de Long Island, dijo que había logrado salir de la heroína visitando una clínica de metadona en Manhattan. Dijo que había más obstáculos para el tratamiento en Long Island, por ejemplo, con largas listas de espera. “Aquí uno entra en un programa de metadona el mismo día que aplica”, dijo Jay, que pidió que sólo usáramos su nombre de pila para no avergonzar a su familia. Todavía vive en la calle y gana dinero repartiendo volantes y haciendo trabajos ocasionales. En los últimos años ha venido gente de lugares más lejanos. Grece Cohen, que viene de un suburbio de Atlanta, dijo que ella y su novio vinieron a la ciudad el otoño anterior, luego de lidiar con una adicción a opioides y terminar en la calle. “Aquí hay más recursos”, dijo Cohen, de 19 años, que fue entrevistada a la salida de una boca de subterráneo en la calle 42 Oeste hace algunos días. Estaba sentada sobre una caja, sosteniendo un cartel que decía que vivía en la calle y que estaba embarazada de tres meses. Ella y su novio estaban tratando de ingresar a un refugio familiar cercano, dijo, pero la aplicación no había sido aprobada aún. La causa del incremento de la población es obvia. “Las drogas”, dijo Rodriguez, de 30 años. “Mira alrededor. Están por todas partes”. “Lo difícil es llegar de una vida normal a esto”, dijo Conklin. Sin embargo, no estaba en sus planes volver a casa. A continuación la opinión sobre el tema del Staff Profesional de nuestra Fundación. Tomamos este artículo ya que en él aparecen varios puntos sobre los que venimos hablando en este espacio. Por un lado se señala, algo que ya comentamos anteriormente, que muchos de los consumidores afirman haber comenzado con su adicción con opioides recetados. Ya habíamos dicho en otra oportunidad que tanto médicos como odontólogos recetaron por varios años este tipo de fármacos y muchas personas, ante la imposibilidad de dejar de consumirlos y sin poder continuar accediendo a la prescripción médica, se vuelcan al mercado ilegal, el que a su vez, se ve favorecido por la prohibición. Y es justamente ésto, lo que hace que la policía pueda hablar, como menciona la nota, de un aumento de un 55% de las detenciones por crímenes relacionados con drogas, ya que estando ellas prohibidas, el simple hecho de comprarlas ya implica el quebrantamiento de la ley, es en sí mismo un delito, al que hay que sumarle las ya conocidas disputas territoriales de quienes las comercializan. Hasta aquí podríamos decir, en concordancia con el título de la nota, el lado oscuro de Nueva York. Pero a nosotros nos interesa resaltar, cosa que no ocurre en el artículo (al menos no en su encabezado ni nombre) el tema de la accesibilidad al sistema de salud y puntualmente en el caso de los consumos problemáticos, los servicios y tratamientos basados en la reducción de daños. Por qué? Porque como bien puede leerse allí, el aumento de la población en situación de calle en Nueva York tiene que ver no sólo con la accesibilidad a las sustancias, sino también y fundamentalmente, con eso que una de las jóvenes en esa situación llama "más recursos" o en palabras de otra usuaria "Nueva York cuida a su gente". Y esto no es otra cosa que la posibilidad de acceder desde a programas de sustitución de sustancias o intercambio de jeringas a algún refugio. Parafraseando el título, podríamos pensar que este lado luminoso, en este caso, es lo que hace que la gente no sólo vaya a Nueva York a comprar la/s droga/s, sino que elija quedarse. Tal vez si en sus ciudades de origen pudieran contar con los recursos socialed y sanitarios que encuentran en Nueva York no serían tantos los que optaran por quedarse. Aquí nos encontramos nuevamente, y como es habitual en la temática de los consumos problemáticos, con dos posturas posibles frente a quienes los padecen: su inclusión o, lo que ocurre más comúnmente, su exclusión.

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