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martes, 4 de diciembre de 2018

ACERCA DE LAS FRUSTRACIONES.!!! ( PARTE II )

Artículo del Lic. Alberto Calabrese Sociólogo. Asesor Institucional del Fondo de Ayuda Toxicológica. Director de las Carreras de Postgrado de la UBA y de la U. N. de Tucumán. . ¿Que podríamos decir acerca de este supuesto destino manifiesto? O sea deberíamos saber cómo un sesgo de la vocación de ocultar, tal como resulta pensar que el sentimiento del conflicto resuelve situaciones complejas, que obtiene ese respaldo por parte de amplios sectores de la población en cualquier lugar y situación posible en el mundo. Habría que aventurar porque sucede una situación como ésta. Podríamos afirmar que la violencia y su mandato, tan viejo como la evolución de la especie humana y en sociedades en las cuales donde se ha manejado esto por décadas, continúa teniendo muchos adeptos. En ese caos, se podría afirmar que más de una persona se siente obligada y contenta, por la disolución de los condicionamientos que impone una sociedad normatizada. Naturalmente esto sucede cuando los cultores de razonamiento simple y la respuesta inmediata y casi sin cuestionamiento, resultan en la producción de un hecho violento, que reemplaza a las palabras y a cualquier tipo de escalonamiento moderador. Es más, cuando se suceden hechos de violencia sostenidos, incluso se comienzan a resolver conflictos menores con la misma metodología, aunque su motivación sea diferente a la del conflicto central que se desarrolla. Hay que tener en cuenta esta característica, porque deforma cualquier tipo de cuestionamiento de escala simple, media o amplia, en algo que termina de igual manera que el conflicto principal o sea violentamente y se justifica por los hechos que le dieron base y sustento, por ejemplo enfrentamientos entre vecinos o pequeños grupos. Otros aspectos contributivos a la situación paradojal que se vive, es la globalización real o insinuada que en el área que nos ocupa, ejemplifica los niveles crecientes no solo de formas del intercambio comercial y financiero, sino también de experiencias y procederes propios de los grupos del crimen organizado o de los grupos de poder que se mueven con reglas a la vera de la ley, como ser elementos militares o policiales con actuaciones por fuera del ámbito del ejercicio legal, o grupos cercanos a ese poder, con formas y procedimientos militares o policiales , constituyéndose en los “para” tanto de unos como de otros. En estos casos está claro que la violencia y su ejercicio, aún con sus conocidos déficits, deja de ser un patrimonio del Estado. Hay que reconocer también, que éste no ha sido precisamente un ejemplo, ni en el caso que nos ocupa, ni en prácticamente ningún país de América Latina, antes bien han recibido para ello –la lucha contra el narcotráfico- el respaldo histórico de la potencia hegemónica mundial. En el plano regional, la misma no tolera desvíos o incumplimientos en la forma de enfocar diversos hechos ligados a esta cuestión. Y cuando aparece, siquiera como posibilidad, de atemperar o eliminar el conflicto en sí, los intereses dentro del territorio y desde fuera del mismo, a fines de sostener su esquema de concebir al mundo, derriban en forma brutal o sigilosa los atisbos de un comportamiento distinto. Todo esto deviene de creer que existe un nivel de relajación supuesto, donde un mayor grado de aceptación de valores no tradicionales, se toma como algo de lo cotidiano y percibido como un déficit. Que mayor cantidad de personas hagan manifiesto su sentido de pertenencia a un género, determinados valores culturales o entidades de pertenencia distintas a las tradicionales, hace que se vean envueltos en escaladas sucesivas de procesos de desestimación de sus creencias y hábitos. También, persecuciones encubiertas en principio, para convertirse en un paisaje frecuente, terminan siendo aceptadas con ausencia de miradas sobre el fenómeno, constatándose esto en la naturalización de muertes que quedan sin investigar ni resolver, buscando como siempre la resignación o el miedo liso y llano de la población afectada. En otras palabras, la razón última del apoyo negligente a un proceso de paz y por otro lado los boicots más o menos encubiertos a su desarrollo y evolución a un Estado de Derecho (con reglas claras y aceptación de las partes) hace a la incapacidad de regulación y contención de la violencia. El rasgo distintivo de las sociedades inestables, es ceñirse a otro orden eficaz para sus intereses, que ha servido para sostenerlos durante mucho tiempo. Pero tal vez, el grado mayor de disidencia con un proceso de paz en evolución, es que en la percepción de muchos, éste no asegura los grados de confianza que necesitan creer tener la mayoría de los integrantes de una organización política y económica. Los mismos, con intereses agrupables comunes, sentimientos afines y orientaciones propuestos desde los hábitos culturales, religiosos, locales y afinidades institucionales y familiares, lo han identificado como una manera de sentir. Esta es propia de criterios afianzados a partir de los mismos y que particularmente identifican a otros con los perturbadores o eventuales destructores de esta forma peculiar de ver el mundo. La ruptura o atenuación de cualquiera de estos elementos es vista en forma cautelosa, cuando no abiertamente hostil y en el medio se produce una amplia gama de sentimientos encontrados. No cabe duda que muchas de estas repeticiones que se dan en los procesos de cambio, provienen de concepciones atávicas, consolidadas por el tiempo y la práctica. Para esta cuestión pesan mucho las tradiciones, el discurso aceptado de la organización del Estado, particularmente en el ámbito educativo y punitivo, así como y cada vez en forma más relevante por el discurso trasmitido por los medios de comunicación masiva, en todas sus vertientes y especialmente en sus nuevas versiones: las redes sociales. En este campo mucho se ha construido en el último cuarto de siglo: es prácticamente imposible haber imaginado dos o tres décadas atrás, el grado de adhesión a éstos y la formación de sentido y opinión expresada que han tenido estas formas de conexión. Se podría decir, que pocas veces la falta de criterio, ha alcanzado a tan grande cantidad de gente, que por otro lado ( repitiendo el esquema de los cuentos medievales ) adhiere a los sentidos de pertenencia, a historias imposibles, donde los príncipes de antaño, han sido reemplazados por políticos mediáticos , agentes de nuevos cultos o modificaciones sustanciales de los viejos artistas , comunicadores , gente ligera y valuable en mínimo tiempo con las cuales el público se identifica y repite sus consignas sin mayor análisis. En el mundo actual, donde se vive soñando luego de la terminación de la segunda guerra mundial, con la finalización de la violencia a gran escala, no solamente los países se han vuelto envueltos en conflictos internacionales de gran calibre, sino que además, se han dado infinidad de conflictos limitados de índole fronterizo o insurreccional, interétnico, de cambio de pertenencia o identidad política, con numerosas bajas en muchos casos, llegando incluso a matanzas genocidas a gran escala. Desgraciadamente ese tipo de panorama puede reaparecer en cualquier momento y los países hacia su interior, no están exentos de ello bajo ningún punto de vista. Habitualmente resulta sumamente complejo bajar los niveles de conflicto a la instancia hacia las cuales no incida en la angustia generalizada. El ciclo se da muy parecido a lo que sería el umbral del dolor cuando se alcanza, lograr volver a los niveles razonables de sensibilidad de un organismo resulta un proceso dificultoso. Aquí habría que agregar que mucho del pensamiento unicromático de ciertos sectores y muy ligados a sus propios intereses y escasamente sensibles a la sensibilidad del conjunto, son proclives a recalcar que la única forma de combatir la violencia es siendo aún más violentos, como asimismo autorreferenciarse como más aptos para el manejo de la violencia y que poseen la aptitud de manejar la gestualidad y el lenguaje, que en teoría y según ellos entienden los delincuentes. Poco importa que después se configure como secuela de esta política una verdadera guerra entre partes, civil diríamos en términos clásicos y excluyente en el sentido que retomado el proceso queda en pocas manos y absolutamente arbitraria la aplicación de la violencia. Actualmente y es una observación a nivel mundial, se da una malversación de los términos en el reconocimiento del Estado como regulador y arbitro en la disputa violenta, al no existir esta instancia o estar debilitada, es mucho más simple que se repitan una y otra vez episodios de gran padecimiento en función de la practica descontrolada de estimular a que cada quién defienda sus posibilidades de manejarse en la sociedad, de acuerdo a la violencia que pueda o sepa manejar.
No es extraño y resulta una tendencia alrededor del mundo, la entronización de gobiernos de derechas que manejan indistintamente lugares comunes de corte nacionalista, pero básicamente discriminadores o impulsores de medidas drásticas contra migrantes, diferentes o desiguales. Resulta toda una paradoja que habiendo sido el siglo anterior el de mayores logros en materia de derechos del ciudadano, de reconocimiento de minorías, de legitimaciones laborales y promulgación de grandes principios, hoy se esté ante un franco retroceso institucional y desconocimiento de esas pautas considerándolas obsoletas o inaplicables y lo más grave de todo esto, es que como ya se dijo anteriormente las mediatizaciones simplificadoras hacen que estos sinsentidos retroalimenten como sentido, la mayoría de las afirmaciones de la gente que los emite, como si fueran productos de un sesudo razonamiento. Es muy común y haciendo un recorte sobre lo que podrían ser apreciaciones desmesuradas si quienes la enunciaran pertenecieran a algún otro estamento social, hemos visto que en el campo que nos convoca particularmente en el consumo compulsivo de sustancia psicoactivas prohibidas en el entrenamiento e intercambio con personas profesionales involucradas en el tratamiento de padecientes del consumo de las mismas, una serie de prejuicios que tienden a reconsiderar, por falta de una visión adecuada, a esas personas como síntesis de una serie de miradas erróneas. Los mensajes de este tipo atraviesan por igual a toda la sociedad, aún a quienes rechazan los mismos. O sea los debe reconsiderar, aún para rechazarlos. Se convierten en una ola que cubre al conjunto societario para terminar siendo el sentido de la mayoría o sea la desconsideración de cualquier otro criterio que no sea asumido como exclusivo y excluyente. En muchos de los recientes hechos constatables en la vida política de América Latina, se ha podido ver incluso, algo que ya se ha dado como naturalizado en una ola creciente y ascendente, de sus discursos “anti”. Y en el caso de las situaciones emblemáticas como ser la de un proceso de paz o la de un creciente aumento de la tensión y violencia en la situación mexicana que enmascara, detrás de la pantalla de la guerra, una situación de pobreza que afecta al 53 por ciento de la población. Y ésto arrastra a una brutalidad que no cesa e involucra grados de crueldad inusitados, ahí es donde debemos reveer, una vez más lo que hacemos cuando no hacemos; observar lo que realmente está detrás de los hechos y le facilitan su entrada en escena. Y además, tener en cuenta que cualquier discurso que sobreentienda la violencia como actora y a la vez no quiera reconocer nada sobre los hechos que ésta manifiesta, únicamente atiende a la retórica sobre la misma, pero le asustan sus verdaderas causas o más trágicamente aún las desconoce. Tal vez y es una incógnita que se nos presenta, las conoce pero no sabe cómo enfrentarlas prefiriendo entonces manejarse con los viejos clichés. La hipérbole incluso perversa, de un sistema de construcción social y político es intuir o conocer los problemas pero ignorarlos, atribuyéndoles a sus manifestaciones la cualidad de exofenómenos y por lo tanto otorgarles la categoría de inusuales o directamente antisociales. La anquilosis de un sistema, es no poder racionalizar acerca de sus contradicciones y otorgarles en cambio a determinados fenómenos, la cualidad de destrucción parcial o total de esa misma sociedad cuando no existe mecanismos de oportunidad, esto es que la estructura fenoménica se manifieste en los dispositivos que tenga la sociedad para comprenderlos y albergarlos. Las rupturas a la falta de contención van a provocar fenómenos observables de crecientes grado de confrontación. La espiral de la misma tiene como característica la de autoalimentarse, cuanto más nos hundimos en ella, mayores van a ser sus amplificaciones y reverberancias. Y a la vez, va a ser mucho más difícil desprenderse de ella. En definitiva, nada es suficientemente representativo de algo que sintomatiza a nuestras sociedades, si no tiene la comprensión de las concomitantes que lo alientan y a la vez no cabría la posibilidad de aceptar discursos que conllevan la segregación, a partir de afirmaciones que poco sustrato mantienen con la realidad. Ningún acto de prevención en materia de salud, pueden hacernos olvidar la enorme responsabilidad que significa mantener con discursos depreciados, que significan resultados de discriminación y violencia hacia el conjunto social, pero particularmente a los sectores que previamente se quiso tener en caución. No podemos prescindir de las visiones integradoras, la lectura sesgada acrecienta la incomprensión e incrementa la espiral de conflicto. No basta la comprensión incluso adentro de cada sociedad, sino tiene respaldo de la comunidad internacional, para evitar que las espirales se cuantifiquen en pérdidas insustituibles basadas en muertes inútiles y sean la base de un criterio minusválido para juzgar un fenómeno.

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