El aislamiento social obligatorio supone una situación novedosa y
excepcional de la que nadie tiene experiencia. E implica un duro desafío.
El ser humano tiene la imperiosa necesidad de buscar certezas para su vida,
aunque suele olvidar que una de las pocas certezas que existen es que la vida
cambia y termina.
Y en cuanto las cosas dan un giro inesperado –como la
pandemia por el coronavirus– tiende a sentirse abrumado,
desconcertado, sin saber bien qué hacer. Todo lo inesperado siempre
produce un gran impacto psicológico, sea para bien o para mal, según lo que
acontezca.
En la actualidad, el aislamiento social obligatorio decretado
por el estado de alarma y de necesidad ante la pandemia, supone una situación
novedosa y excepcional de la que nadie tiene experiencia.
Implica –entre otras cosas– un duro y prolongado desafío que requiere
de fortaleza psicológica para
afrontar un cambio de vida radical en hábitos y costumbres, con la
readaptación a la convivencia o separación de familiares, amigos, trabajo,
posibilidad de viajar, utilización del tiempo, etcétera.
Un edificio de oficinas en Puerto Madero, vacío por el aislamiento social obligatorio.
El estado emocional y psicológico juega un papel clave en el estado de la salud de todo individuo. Toda persona es una unidad psicofísica, por lo que cualquier afección física afectará su estado de ánimo y, a la inversa, su estado emocional o psicológico influirá tanto en su salud orgánica como en su capacidad de recuperación si padece una enfermedad en curso o en el grado de vulnerabilidad para enfermarse o no.
De eso, precisamente, se ocupa la reciente especialidad médica,
la psico-neuro-inmuno-endocrinología.
El aislamiento social y obligatorio impone un duro y prolongado desafío
que requiere de fortaleza psicológica para afrontar un cambio de vida radical
en hábitos y costumbres.
Norberto Abdala
MÉDICO PSIQUIATRA
La situación de aislamiento y de cómo se la vive emocionalmente abarca
un amplio abanico de posibles reacciones psicológicas. El “quedate en
tu casa” plantea escenarios diferentes según sea la edad del individuo, si está
solo o acompañado, si tiene o no hijos, si continúa realizando su trabajo a
distancia, si padece alguna enfermedad previa o si está a cargo y convive
con un familiar enfermo.
Ante la situación de aislamiento cada persona reaccionará de
acuerdo a la fortaleza de su aparato psíquico, que determinará cómo afronta
las situaciones de estrés, soledad, angustia o incertidumbre.
Postal de la Plaza de Mayo y la Casa Rosada durante la cuarentena.
En otras palabras, la cuarentena no afectará a todos por igual según
los recursos psíquicos de los que cada uno disponga.
Mientras que la soledad es la sensación subjetiva de tener menos afecto
y cercanía de lo deseado en el ámbito íntimo o de relaciones, el
aislamiento social es la situación objetiva de contar con mínimos contactos con
otras personas.
Pero ambos se relacionan con un mayor riesgo de enfermar: desde
resfríos comunes hasta enfermedades cardiovasculares. La explicación reside
tanto por el aumento de hábitos no saludables como por las desregulaciones
biológicas provocadas por la misma soledad o por el aislamiento social.
Según la edad y la estructura de la personalidad será la respuesta del organismo al estrés a nivel hormonal, cardiovascular e inflamatorio.
El incremento de la actividad de la glándula suprarrenal y del eje hipotálamo-hipofisario, aumenta los procesos inflamatorios –base de enfermedades físicas y psíquicas– y reduce la respuesta del sistema de defensas del organismo. Lo cual, obviamente, implica una desventaja para enfrentar al coronavirus.
A continuación la opinión sobre el tema del Staff Profesional de nuestra Fundación.
Leyendo el artículo que les compartimos, nos surgieron algunas reflexiones acerca del encierro. Podríamos decir, aunque es un tanto exagerado, que desde el 20 de marzo estamos todos "encerrados" en pos de un bien mayor, la salud, aceptamos, con más o menos ganas, la "reclusión" en nuestros hogares, sólo saliendo para cuestiones esenciales. Sin embargo, el Dr. Abdala nos advierte sobre las consecuencias de este aislamiento y que "no afectará a todos por igual, según los recursos psíquicos de los que cada uno disponga", agregando que tanto la soledad (sensación subjetiva de menos afecto y cercanía en el ámbito íntimo o de relaciones) y el aislamiento social (situación objetiva de tener mínimo contacto con otras personas) "se relaciona con un mayor riesgo de enfermar".
Ahora bien, si ésto es así, si la imposibilidad de
relacionarnos con otros cotidianamente es tan perjudicial para nuestra salud,
en el sentido amplio de este término, que incluye no sólo lo físico (que es
donde mayor énfasis hace la nota) sino también psíquica y social, ¿por qué aun
seguimos sosteniendo como respuesta casi exclusiva para muchas problemáticas el
encierro?
A diferencia de este "encierro" establecido para
evitar la propagación del coronavirus, que es en nuestros propios hogares, con
la posibilidad de mantener algún tipo de contacto a través de las distintas
posibilidades que nos da la tecnología hoy en día, y que está pensado para el cuidado
de los "encerrados" (todos sin distinción), esos otros encierros no
están pensados para el cuidado de esos que serán encerrados, aislados, muchas
veces sin ninguna posibilidad de contacto (ni siquiera virtual) con sus
personas significativas, a veces por un período determinado y otros no, sino
para seguridad de quienes estamos afuera. Es por eso que no se nos ocurriría
pensar jamás en evaluar la "fortaleza del aparato psíquico que determina
como (se) afronta las situaciones de estrés, soledad, angustia o
incertidumbre" de una persona con algún padecimiento mental (qué paradoja)
o con consumo problemático de sustancias. Allí no caben dudas, el primero tiene
que ir al manicomio/neuropsiquiátrico y el segundo a una comunidad terapéutica;
no hay más opciones que la internación, o sea el encierro, el aislamiento.
Impensable, más aún, el caso de alguien que
infringiera la ley, para esos casos nunca existirá mejor solución (aunque
la evidencia no demuestra lo mismo) que la cárcel, el encierro, el aislamiento,
y cuanto más lejos estén mucho mejor.
Parece un tanto ilógico que, si el aislamiento, tal como se
plantea en esta noticia, puede favorecer la aparición de enfermedades físicas y
psíquicas, sigamos sin poder sentarnos a pensar en buscar nuevas respuestas
para dejar de "encerrar" a los "indeseables", porque en
aislamiento no "sanarán" (lo más probable, siguiendo al Dr. Abdala,
es que enfermen) y no pueden vivir así eternamente.
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