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martes, 19 de julio de 2022

Kicillof presentó el Plan Provincial Integral de Salud Mental.

 Ya se externaron a 480 personas. El objetivo es adecuar los hospitales neuropsiquiátricos públicos en instituciones abiertas.

El gobernador Axel Kicillof presentó esta mañana el Plan Provincial Integral de Salud Mental en Lanús. Lo hizo acompañado de la ministra de Salud de la Nación, Carla Vizotti, su par bonaerense, Nicolás Kreplak y demás autoridades provinciales. Entre los distintos objetivos del plan se busca "adecuar los hospitales neuropsiquiátricos públicos en instituciones abiertas ". Hasta el momento 480 personas ya fueron externadas.

En ese sentido Kicillof remarcó que "debatir la problemática de la salud entre lo público y privado es muy pobre y no es así". "El derecho a la salud tiene que ser para todos y todas y es como Estado lo que estamos haciendo con estas medidas", afirmó.

El mandatario criticó la gestión de Vidal y detalló que “el área de salud mental en esos cuatro años tuvo congelados los ingresos, bajó los sueldos, no había condiciones de trabajo, se caían los edificios encima”. “Ni siquiera pudieron hacer lo básico que era evitar un deterioro mayor. Había 433 trabajadores en el área. Falta un montón pero para empezar duplicamos la cantidad de trabajadores”, destacó.

También hubo críticas hacia el sector privado: “Les pido a los señores de los laboratorios que dejen de subir los precios de los psicofármacos y dejen de especular con eso. El plan de psicofármacos pasó de mil a 13 mil inscriptos y el Estado se los da porque lo necesitan porque donde hay una necesidad hay un derecho”.

Para llevar adelante el Plan Provincial de salud mental, la Provincia ya realizó mejoras de infraestructura, amplió en un 26% la cantidad de camas, se incrementó en un 36% el personal de salud y ya se crearon 16 nuevos centros comunitarios de día.

Además se incorporaron 38 equipos interdisciplinarios, y también se implementó el programa “Buenos Aires Libre de Manicomios” por el cual los hospitales neuropsiquiátricos públicos se adecuaron a instituciones abiertas. Allí es donde se externaron a 480 personas que fueron reubicadas en 176 casas en la comunidad asistidas por distintos equipos de salud. En tanto se “avanzará hacia una integración del sistema de salud a través del cumplimiento pleno de la ley nacional de salud mental”.


Durante su participación, Vizzotti enfatizó que “la provincia de Buenos Aires es un ejemplo para todo el país a partir de este plan que brinda acceso, atención y continuidad con perspectiva de derechos humanos y de género”. “Desde el Estado Nacional, vamos a seguir acompañando a todas las jurisdicciones para garantizar que los cuidados de la salud mental sean accesibles, de calidad y equitativos, en el marco de un sistema integrado, libre de estigmas y discriminación”, afirmó.

Por su parte el titular de la cartera de Salud bonaerense, dijo que “lo que estamos discutiendo es el modelo de atención, es decir, de qué manera el Estado se acerca al pueblo”. Además detalló que “incrementamos un 300% el subsidio del ministerio de Salud para garantizar la externación; y estamos capacitando a las fuerzas de seguridad para que ninguna situación generada por padecimientos mentales o de consumo de sustancias termine siendo mal utilizada”.

Además de realizar un análisis de la gestión realizada antes y durante la pandemia, Kreplak dijo que “es un orgullo saber que tenemos un sistema de salud que está luchando por integrarse, porque integrarse es garantizar equidad y justicia social”.



Ola de consultas por trastornos psíquicos en adolescentes: subieron casi 50% los pedidos de ayuda.

Advierten que aumentó la gravedad de las consultas y bajó la edad de los menores que requieren atención. Los efectos de dos años pandemia empeoraron los problemas psicológicos.


Dos años de pandemia sanitaria impactaron en el equilibrio emocional de gran parte de la población, en Argentina y el mundo. Sin embargo, hubo un grupo que fue aún más vulnerable a los efectos del encierro, las restricciones y la incertidumbre sanitaria. Los niños y adolescentes vivieron más de dos años de su etapa de desarrollo en una situación extraordinariaque impactó de lleno en los años clave para estructurar la propia personalidad.

En ese sentido, el reciente análisis de una experta argentina en psiquiatría es preocupante: las consultas por trastornos de salud mental crecieron casi 50% y se duplicaron las consultas por ideas sobre la muerte en adolescentes.

La doctora Gisela Rotblat, jefa de Psiquiatría del servicio de Salud Mental Pediátrica en el Hospital Italiano de Buenos Aires, señaló que la pandemia fue un catalizador y que “las consultas aumentaron 47% más en estos últimos dos años. Y aumentó también la gravedad, las consultas por ideas de muerte se duplicaron, los intentos de suicidio se triplicaron, las consultas por trastornos alimentarios se quintuplicaron, esto es un fenómeno global, no sólo a nivel nacional”.

La franja de 13 a 17 años es la que más consulta pero también aumentaron las consultas de menores más chicos, de 12 años o menos, indicó la experta en declaraciones a Radio Mitre.

Para explicar qué significa que las consultas revistan más gravedad, Rotblat se refirió a un aumento de chicos y adolescentes que se autolesionan y se provocan heridas cortantes, en alguna parte del cuerpo, como manos o brazos. Explicó que muchos jóvenes se cortan en un intento de calmar la ansiedad, “en un intento por sentir algo, ante el sentimientos de soledad y vacío. O para otros, es una forma de descargar la angustia, ante la imposibilidad de verbalizar”

“Los métodos son más graves, porque el contexto de los pacientes adolescentes es más grave, porque muchos no han podido retomar la escolaridad, la situación socio ambiental es más complicada, la familia que debería cuidarlos no están en condiciones de poder cuidarlos por sus propias dificultades”, amplió la especialista del Hospital Italiano.

El mundo adulto también vio afectado su equilibrio emocional y se encuentra en una situación vulnerable que dificulta prestar atención a los problemas de los adolescentes y darles la magnitud que merecen. “Hay mucha menor contención familiar y mucha menos capacidad de las familias de poder ayudar a los adolescentes y estar presentes con los adolescentes - dijo Rotbalt y continuó - por ejemplo, el acompañamiento a los pacientes con trastornos en la conducta alimentaria es muy complicado, son tratamientos muy largos. Son patologías disrruptivas que alteran la dinámica de toda la familia. Estos chicos no pueden estar solos en ningún momento”.


Las cifras globales que habían sido difundidas por Unicef a fines de 2021, ya reflejaban un panorama de alerta a escala global. Según las estimaciones de la agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la infancia “un 13% de los adolescentes de entre 10 y 19 años padece un trastorno mental diagnosticado” en el mundo, esto signifca que 1 de cada 7 jóvenes sufre un problema psíquico o psiquiátrico.

El organismo advirtió que “prácticamente en cada rincón del planeta, tanto en los países ricos como en los pobres, los trastornos mentales (y la falta de respuestas adecuadas) siguen infligiendo un sufrimiento considerable a los niños y los jóvenes y representan una de las principales causas de muerte, enfermedad y discapacidad, especialmente entre los adolescentes de edad más avanzada”.

La escuela

Parte de este nuevo escenario se explica por las consecuencias de dos años truncos de escolaridad y la sociabilización que el colegio implica para el desarrollo de niños y adolescentes. “Hay un deterioro de la institución familiar, un deterioro de la institución escolar, un mayor uso y abuso de los medios de comunicación y de las pantallas en sí. Además, la situación económica no ayuda. Esto se ve a nivel mundial, no sólo en Argentina”.

La pausa a la escolaridad sigue mostrando sus secuelas según Rotblat: “Lo que aumentó muchísimo es la fobia escolar, no pueden retomar la escolaridad, por situaciones de ansiedad, se ponen el uniforme y no pueden salir de la casa”.

“El tema del bullying y no poder insertarse en la escuela aumenta el riesgo. Las escuelas post pandemia se vieron desbordados, no solo por la cuestión académica sino por recibir adolescentes y niños en situaciones bastante complicadas a nivel emocional”, resumió la especialista

En cuanto a las familias, la jefa de Psiquiatría del servicio de Salud Mental Pediátrica en el Hospital Italiano, le aconsejó a los padres estar presentes y aumentar la comunicación con los hijos. “No juzgar, entender y acompañar. Solicitar ayuda profesional cuando ven que las cosas no funcionan, cuando hay signos que los adolescentes se encierran mucho, cuando uno ve que son inaccesibles. Los chicos tienden a sufrir en silencio, quizás llevan dos años con el problema que los afecta y los padres no se dieron cuenta”.

lunes, 4 de julio de 2022

El cambio climático: un tema también de salud mental.

El deterioro del planeta es un hecho y su solución depende de factores que nos involucran pero que también nos exceden. El desafío es lidiar con la ecoansiedad. Un miedo legítimo que sin desbarrancar en la impotencia paraliza y angustia.


En septiembre del año pasado, la Universidad de Bath, Inglaterra, indagó qué les genera a los jóvenes el cambio climático. Para eso, consultó a 10 mil personas, de entre 16 y 25 años, en 10 países diferentes. El 75 por ciento de los entrevistados se identificó con la frase “el futuro es aterrador”; el 83, con “la gente falló en cuidar al planeta”; el 56 consideró que “la humanidad está condenada”; y el 65 opinó que los gobiernos les fallaron a la juventud. Además, más de la mitad dijo que este tema lo hace sentir temeroso, triste, ansioso, desprotegido, impotente o culposo.

Otro informe de la misma universidad concluyó que el 45 por ciento de los niños sufrían depresión duradera después de sobrevivir a condiciones climáticas extremas y a desastres naturales. Caroline Hickman, psicóloga e investigadora del proyecto, es contundente: “Este estudio muestra una imagen horrible de la ansiedad climática generalizada en nuestros niños y jóvenes. Sugiere por primera vez que los altos niveles de angustia psicológica en los jóvenes están relacionados con la inacción del gobierno. La ansiedad es una reacción completamente racional dadas las respuestas inadecuadas que están viendo por parte de los gobiernos. ¿Qué más necesitan escuchar para tomar medidas?”, se pregunta.

Guillermina está lejos de conocer esos sondeos, vive en Buenos Aires, tiene 11 años, y mucha conciencia del riesgo. Hace rato que se enoja cuando a la mañana temprano, camino a la escuela, ve que la mayoría de los encargados de edificios riegan las veredas y concentran el chorro de la manguera para que un par de hojitas de los árboles termine en el cordón, “¿por qué no barren en vez de gastar semejante cantidad de agua?”. También se viene cuestionando el seguir comiendo carne, ya logró que sus abuelos separen la basura de los reciclables y ahora está intentando que tengan un cesto para los orgánicos. Se los explica fácil: “¡El planeta puede morir en 20 años y yo voy a estar acá!”.

Malena, de 14, tuvo su primer despertar ambiental a principios de 2020, a partir de los incendios en Australia. En ese momento, investigó los datos más duros y los difundió en su estado de WhatsApp: la cantidad de animales que estaban muriendo, los bosques que se perdían, el tiempo que durarían los efectos. Cuando este año, aparecieron las imágenes de las llamas arrasando en la provincia de Corrientes, se indignó: “Esto es cada vez peor, ¿no se dan cuenta de que están destruyendo todo? ¿Cuándo van a dejar de hacer desmontes, cuándo van a cuidar el agua, cuándo van a empezar a controlar la emisión de gases?”.
La pregunta que está dando vueltas es: ¿cómo diferenciar la preocupación por un tema real y urgente de lo que se denomina “ecoansiedad”?

(R)Evolución

La doctora en Psicología Graciela Tonello, profesora de Psicología Ambiental en la Universidad Nacional de Tucumán e Investigadora del CONICET, plantea separar la preocupación constructiva de la no constructiva. “Con la primera se tiende a la resolución del problema, por ejemplo, tomando medidas de mitigación o participando en comportamientos pro-ambientales. Por el contrario, la preocupación no constructiva tiende a asociarse con soluciones inútiles o con pensamientos supersticiosos. Este tipo de preocupación forma parte de un esquema de deterioro psicológico, generando angustia y con consecuencias conductuales negativas, en lugar de conducir a soluciones útiles”. Tanto la negación como la angustia son señales de que la crisis climática está afectando la salud mental.

Algo importante: la especialista marca que, si no hay una base de ansiedad previa en la personalidad, estos temas se mantienen dentro de la preocupación lógica. Sin embargo, la gravedad de lo que sucede hace que la inquietud también sea intensa. A su vez, las generaciones más jóvenes, al haber recibido educación formal ambiental, suelen mostrar mayor conciencia y activismo en causas ambientales.

“En esto colaboró mucho Greta Thunberg con sus huelgas de los viernes por el clima, movilizando a jóvenes de todo el mundo”, dice Tonello. En ese sentido, ¿cuánto influye en las nuevas camadas el sentimiento de impotencia y de enojo respecto a los adultos por “el mundo que nos dejaron”? “Creo que los jóvenes están demandando acciones a los líderes mundiales, a la gobernanza, a los responsables, a los que toman decisiones, que actúen inmediatamente para detener la emisión de gases de efecto invernadero, y detengan el uso de recursos fósiles. La investigación psicológica sobre la percepción del cambio climático muestra a la ira como la emoción colectiva predominante entre los más chicos, debido a la inacción ante el cambio climático, y esto puede ser una potente herramienta para la acción colectiva”, subraya Tonello.

En una sociedad en la que cada vez circula más información, hay dos cuestiones: por un lado, cantidad no significa calidad y veracidad; y por otro, el enorme volumen puede resultar inabordable. Entonces es legítimo preguntarnos si ese caudal de datos impactantes respecto a la crisis ambiental calma la incertidumbre o genera un efecto contrario por el que las personas se “defienden” con indiferencia o con ecoansiedad.

La periodista española Irene Baños, especializada en temas ambientales y autora del libro Ecoansias (Editorial Ariel), propone un juego de palabras y dice que, después de meterse de cabeza en el tema y rever con lupa todos sus hábitos, está en busca de un equilibrio entre lo “eco” y lo “lógico”. Es que se dio cuenta de que cada vez que ve una palta, por ejemplo, en vez de pensar en un rico guacamole, se agobia en un diálogo interno sobre “de dónde vino”, “cuánto plástico se usó para envolverla”, “la energía que requirió el traslado” o “cuánta agua habrá necesitado”. Ella sostiene que los ciudadanos tenemos el poder para empezar “el remolino que lo cambie todo” pero se enfoca en evitar las soluciones ideales y bucear en lo que cada quien puede aportar, sin caer en los extremos, “que no sea una Greta Thunberg que se ve como una persona perfecta, que no vuela, que es vegana, porque eso es inalcanzable para la mayoría de la gente”.


Inés Camilloni es climatóloga, directora de la Maestría en Ciencias Ambientales y secretaria académica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. Ella sostiene que la ansiedad no es producto de la información en sí sino que está en directa relación con cómo se la transmite. “Siempre es acertado comunicar el diagnóstico de la situación, qué está pasando respecto al cambio climático, por qué está sucediendo, la responsabilidad humana y cómo tenemos ahí precisamente una ventana de oportunidad para actuar para limitar y minimizar estas consecuencias negativas”. Por lo tanto, el camino es alertar sin alarmar, para no redundar en una situación de mayor ansiedad o, en el otro extremo, de indiferencia, en pensar que el proceso es irreversible y que nada podemos hacer para cambiarlo. “Me parece que hay que privilegiar esa información comunicada y transmitida en su justa medida, acerca de lo que sabemos, acerca de lo que todavía tenemos que seguir investigando pero, sobre todo, subrayar que estamos a tiempo de actuar”, dice Camilloni.

Si bien podemos hacer acciones individuales (y sociales), está claro que se necesita de medidas gubernamentales y cambios drásticos en los sistemas de producción, entre otras cosas. Entonces, ¿cómo gestionar la sensación de impotencia de que por mucho que intentemos hacer, nada alcanza? Camilloni defiende que las acciones individuales cumplen un rol central -porque el cambio climático es resultado precisamente de cómo consumimos, de con qué nos alimentamos o cómo nos desplazamos. Pero, al mismo tiempo, reconoce que los incendios forestales, la falta de avance en la implementación o sanción de leyes, como la ley de humedales, o el impulso a energías derivadas de combustibles fósiles en nuestro país, no son cuestiones alentadoras y que hace falta que quienes diseñan las políticas públicas, reciban el mensaje de la ciencia y también el de la sociedad, que vean que existe una demanda para encaminarse hacia una situación de desarrollo sostenible.

“La información no debe ser comunicada como catastrófica porque eso opera en la dirección opuesta a la que queremos, que es la acción climática. Precisamente lo que la ciencia dice es que estamos a tiempo de actuar y de implementar medidas de forma que no superemos los umbrales que son extremadamente peligrosos frente al cambio climático”, afirma.

En positivo

Si la sensación de catástrofe indica que no tenemos nada que hacer, Camilloni resalta que todavía es mucho lo posible. “También es cierto que hay que actuar rápido y el tiempo está corriendo en contra, estamos implementando acciones más lento de lo que hace falta. Entonces, más que volcar información que lleve a esta desesperanza e inacción, tenemos que utilizar la oportunidad de la información científica para promover la acción climática y acelerarla”.

Graciela Tonello resalta que, así como el cambio climático implica riesgos, amenazas y pérdidas, lo que podría generar emociones como ansiedad y tristeza; también desencadena emociones positivas y respuestas adaptativas, tales como compromisos conductuales y un sentido de identidad ambiental. “Además, hay que reconocer cierto grado de ansiedad como base de las preocupaciones constructivas. En cuanto a la preocupación patológica, es probable que quienes la padecen se angustien por otros problemas también, como la amenaza de una guerra nuclear, por ejemplo, y así el calentamiento global se incluye en ese esquema de preocupaciones angustiantes. Para estas personas, que constituyen una minoría de la población, la preocupación por el calentamiento global es no constructiva, mientras que para otros la preocupación puede ser constructiva y conducir a actitudes proambientales, y algunos a acciones efectivas”.
En definitiva, debemos apostar a lo que en psicología ambiental se llama “conducta sustentable”, la cual supone no solo el limitar el consumo de los recursos y el cuidado del medioambiente sino también el del resto de los seres humanos. Estamos a tiempo y es ahora.




FONDO AYUDA TOXICOLÓGICA ( F.A.T. )

QUIENES SOMOS.!!!

El Fondo de Ayuda Toxicológica (FAT) es una ONG fundada en el año 1966 por el Profesor Emérito Dr. Alberto Italo Calabrese para trabajar en ...