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miércoles, 21 de octubre de 2020

Narcotráfico: la exportación de cocaína colombiana alcanza máximos históricos en Europa.

Entre otros datos de interés sobre la dinámica de la droga, reporte subraya que la pandemia refinó la cadena logística de ingreso del narcótico al viejo continente, dominada por organizaciones criminales colombianas.


Con cifra récord de exportaciones de 1.137 toneladas de cocaína (a 2018), Colombia es el primer exportador del narcótico al viejo continente, según Reporte Europeo sobre Narcóticos 2020, un documento publicado por el Centro Europeo de Monitoreo para Narcóticos y Adicción a Estupefacientes (su nombre en inglés es European Monitoring Centre for Drugs and Drug Addiction, EMCDDA), que señala, además, que los narcos colombianos están aprovechando la pandemia para refinar métodos de logística que facilite la puesta de la droga en las calles europeas.
Mediante la utilización de contenedores, despachados por vía marítima, la operación no se ha resentido, pese a las restricciones de vuelos impuestas por las autoridades de extranjería de los países de la zona euro. La exportación por mar está en auge, como lo demuestra el aumento de incautaciones en el puerto de Rotterdam, el mayor de Europa y acceso de la coca al continente, que alcanzó las 25 toneladas en el primer semestre de 2020. El denominado “flujo de la cocaína” cuenta con el apoyo de una red de corrupción distribuida, de acuerdo con el reporte, entre funcionarios de nivel medio que actúan como auxiliadores del narcotráfico.
Pero no solo es la distribución la que llama la atención en el reporte, sino los precios al por mayor que confirman a Europa como un mercado apetecido por las organizaciones criminales.
Apoyado con cifras de la investigación realizada por la Oficina de las Naciones Unidas para la Droga y el Delito (ONUDD), en Europa el kilo de cocaína es más alto que en Estados Unidos, con un precio final de US$42.000 por kilo, mientras que en Norteamérica la cifra ronda los US$28.000.
Aunque no establece una relación entre precio y calidad, el Reporte Europeo sobre Narcóticos 2020 subraya que las pruebas realizadas por las autoridades al material incautado alcanzan un 75% de pureza en una de cada dos muestras. Indicador “sin precedentes” para el consumidor europeo que está dispuesto a pagar más por un producto de este tipo. En cuanto a decomisos de cocaína en la Unión Europea, 2020 será un año de récords con un incremento que superará las 181 toneladas registradas en 2019.
En este panorama, los traficantes colombianos llevan la delantera en cuanto a logística y, como hecho inédito, procesamiento de la cocaína, dadas las facilidades tecnológicas disponibles en el viejo continente. En agosto 2020, durante la reapertura europea, fue noticia en los Países Bajos la redada policial que condujo al desmantelamiento del laboratorio casero más grande de la región, en cuyas instalaciones fueron incautados 10.000 mil litros de químicos y 100 kilos de base de cocaína. Los 14 trabajadores del laboratorio eran colombianos. Las autoridades se mostraron sorprendidas al descubrir que en las instalaciones había dormitorios y espacios recreativos para descanso entre la producción. El estimado diario fue de 200 kilogramos de cocaína, que traduce ventas de 6 millones de euros (o unos US$7 millones).
El Reporte concluye el consumo de cocaína en Europa presenta un incremento sostenido que no se debilitó durante la pandemia, además de contar éste con estrategias de distribución apoyadas en servicios de entrega domiciliaria (los populares “cokecabs”), pago en bitcoins o microtransacciones en la deep web, e incluso en videojuegos, éstas últimas más difíciles de detectar por las autoridades, y confirma que Colombia no es solo productor de cocaína de alta pureza, sino que se ha establecido en las cadenas de logística y distribución en su intento de dominar el segundo mercado más importante del mundo.


A continuación la opinión del Staff Profesional del Fondo  de Ayuda Toxicológica.

Este artículo es interesante por cuatro razones: 
a) En primer lugar, a pesar que en Colombia está estacionada la 4ta Flota de los EEUU, uno de cuyos pretextos de estadía, es la lucha contra el narcotráfico, cada vez x lo visto, se incrementa el tráfico de cocaína.
b) La cocaína NO es un estupefaciente o sea un derivado del opio y x lo tanto un depresor, sino un estimulante. Esta mal, es incorrecto definir a todas las sustancias prohibidas como estupefacientes, error que han establecido los propios organismos específicos en el tema, de EEUU. 
c) En el artículo podrán observar que la distribución en Países Bajos - Holanda- esta favorecida por funcionarios intermedios sobornables. Cuando se mueven grandes sumas, la corrupción es una variante a tener en cuenta, no solamente en la propia casa. 
d) Mientras continúe la prohibición como origen y en cambio no se instrumenten siquiera políticas regulatorias con alta protección del estado, vamos a tener más tráfico, clandestinidad y sobre todo, crímenes violentos ligados al desarrollo del negocio.

La sustancia adquiere un valor que duplica al mercado norteamericano, en función de consumos más tolerados - en el sentido que no tienen la persecución callejera que en los Estados Unidos y por lo tanto, buscan en términos de mercado más calidad, con menos volúmen, pero sí con un precio más alto desde ya.

martes, 13 de octubre de 2020

¿Y si hablamos de los derechos humanos en Colombia?

Artículo de Pág 12, del 13/10/2020, por Gerardo Szalkowicz. " Y si hablamos de los DDHH en Colombia?.

“Esto no es un país, es una fosa común con himno nacional”. Como aquella frase cliché sobre la imagen, a veces una pancarta también vale más que mil palabras. A casi cuatro años de la firma de los Acuerdos de Paz, la historia de Colombia se sigue escribiendo con sangre; una espiral de matanza por goteo que no tiene cabida en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU ni en el conglomerado mediático dominante. La agenda del Norte se impone y nos machaca una y otra vez con Venezuela, mientras barre bajo la alfombra, por ejemplo, la descomunal y endémica violencia estatal y paraestatal colombiana.
Leé estos datos con atención: sólo este año fueron asesinados 226 líderes y lideresas sociales y 48 desmovilizados de las FARC. Además, también sólo en 2020, ya se registraron 67 masacres (como califican los organismos de DD.HH. al homicidio de tres o más personas en estado de indefensión) en las que murieron 267 personas. ¿Qué pasaría si ese sistemático baño de sangre ocurriera en Venezuela? ¿Por qué la “comunidad internacional”, la OEA, el Grupo de Lima, Bachelet y sus peones mediáticos no se indignan con la tragedia humanitaria colombiana?.
Por estos días, más de 10 mil indígenas se movilizan “en defensa de la vida, el territorio, la democracia y la paz”. La Minga Social y Comunitaria exige, entre múltiples reclamos, que paren de matarlos. El hartazgo ciudadano a la represión institucional ya había copado las calles el 9 de septiembre, después de viralizarse el crimen de un abogado asesinado a golpes y descargas de pistolas Taser mientras era filmado. La chispa prendió la mecha en la juventud que salió masivamente a protestar, como lo había hecho en noviembre del año pasado. La respuesta fue de manual: otra represión y 13 personas asesinadas en Bogotá y en el vecino municipio de Soacha, mientras ardían decenas de puestos policiales, escenarios habituales de detenciones arbitrarias, torturas y violaciones.
Días después, la Corte Suprema emitió un fallo histórico en el que concluyó que el accionar policial “presenta rasgos de sistematicidad en las agresiones a la protesta por el uso violento, arbitrario y desproporcionado de la fuerza”. Según cifras oficiales, la Policía bogotana cometió 45 violaciones sexuales y 10.071 agresiones físicasentre 2019 y 2020.
Necropolítica de Estado
El asesinato del líder liberal y candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán en 1948 abrió pasó al período conocido como “La Violencia”, que en una década dejó unas 300 mil muertes y fue el prólogo de la conformación de las guerrillas que protagonizaron el conflicto armado más extenso de Latinoamérica. La oligarquía colombiana no precisó apelar a un golpe de Estado --como en buena parte del Cono Sur-- para implantar el paradigma neoliberal y logró mantenerlo como proyecto hegemónico hasta hoy. Con la violencia política en su ADN, se alimentó de esa guerra crónica para justificar el pisoteo de los derechos humanos y edificar una democracia muy floja de papeles en la que cualquier pensamiento crítico o activismo social corría (y corre) peligro de exterminio.
El pico de violencia actual tiene su matriz en el incumplimiento por parte del Estado de buena parte de los Acuerdos de Paz --firmados en noviembre de 2016-- y el regreso al gobierno del uribismo, expresión política que cristaliza la alianza entre la élite terrateniente y el poder narco-paramilitar.
Otro factor clave es la disputa por el control de los territorios que dejaron las FARC tras su desmovilización. Con ausencia o complicidad estatal, grupos criminales diseminan el terror para asegurar el negocio de las drogas pero también de la madera, la minería y la trata. No es casual que los asesinatos selectivos de líderes comunitarios y ex guerrilleros (ya van 1.009 y 231 respectivamente desde la firma de la paz) suelen darse en las zonas donde se intenta avanzar en los puntos del acuerdo vinculados a la reforma rural y a la sustitución de cultivos ilícitos. La garantía de impunidad multiplica la magnitud del horror.
Por último, nada de la historia contemporánea colombiana se comprende sin advertir su rol geopolítico como el principal aliado de Estados Unidos en la región (la Israel de Latinoamérica se solía decir). La firma del plan “Colombia Crece”, el desembarco de tropas norteamericanas y la visita de Mike Pompeo, tres hechos recientes, reafirman al país como base principal de la ofensiva contra Venezuela y de los intereses de Washington en el continente.
Tal vez en las huellas de ese vínculo entre el mayor productor de cocaína del mundo y el mayor consumidor estén las claves de un pasado y un presente tan doloroso. Tal vez ese vínculo explique por qué este genocidio silencioso es intencionalmente silenciado. Pero tal vez, también, en esa juventud que perdió el miedo, en el feminismo que crece, en la tenaz resistencia campesino-indígena y en ese bloque democrático con potencial de alternativa política aparezcan las pistas de un futuro con una Colombia diferente.
Gerardo Szalkowicz es editor de NODAL. Autor del libro "América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista". Conduce el programa radial “Al sur del Río Bravo”.


A continuación la opinión del Staff Profesional del Fondo  de Ayuda Toxicológica.

Podemos decir, que tal tal como lo reafirmamos en anteriores comentarios, la mirada y el instrumento del supuesto control del narcotráfico, suele ser un arma ideológica. Aparte de las consideraciones y opiniones que se puedan hacer de la conducción política en Venezuela, lo que sabemos y de vieja data, es que ese país nunca fué un productor de sustancias ilícitas psicoactivas. Sí en cambio su vecino, hoy superando en su producción cocalera a Perú o Bolivia. Pero es un fuerte aliado de Estados Unidos. Le ha brindado 9 bases y la marítima que le cedió, es atracadero de la 4a Flota del Mar Caribe. Nunca se comprenderá, que tienen que hacer grandes buques de guerra, en un control que con patrulleros oceánicos, alguna corbeta de apoyo y helicópteros, le sobraría para cumplir con sus objetivos. Pero como estos son otros y se centran en un control proyectivo hacia el Sudamérica en conjunto es que tienen los grandes buques. Y hacia adentro de Colombia, el asesinato de líderes y liderezas sociales, ex guerrilleros que abandonaron las armas luego de los Procesos de Paz y fueron premiados con muertes brutales, desconociendo el derecho de gentes y quién depone armas para intentar un proceso político. Todo esto en un país, donde mucha de la economía formal, a la vez se sustenta en una ilegal de enormes volúmenes, de la que participan TODOS los actores políticos del país, incluyendo militares y paramilitares, pero de esto no se habla, las miradas y las tintas, se cargan hacia otro lado.






#DiaMundialdelaSaludMental

Estimadxs, les compartimos esta investigación/hilo de Twitter que estamos difundiendo desde ARDA. Les agradecemos los likes y que nos sigan, si desean, para difundir las violaciones a los derechos de los usuarixs de drogas dentro de algunas instituciones de salud mental.








 




jueves, 1 de octubre de 2020

Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires. Salud Mental. Externación Sustentable.


Esto es en cumplimiento de lo más difícil de cumplimentar de la Ley de Salud Mental y es un paso importante xa lograr que quien estuvo radiado de la sociedad por mucho tiempo, pueda recomenzar su vida desde un lugar independiente y plausible, donde pueda organizarse y moverse con un criterio de autonomía y respeto por si mismo.



 

FONDO AYUDA TOXICOLÓGICA ( F.A.T. )

QUIENES SOMOS.!!!

El Fondo de Ayuda Toxicológica (FAT) es una ONG fundada en el año 1966 por el Profesor Emérito Dr. Alberto Italo Calabrese para trabajar en ...